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Ficcial y el berrinche de los guionistas

Fotograma de ‘Mar de Plástico’. (Fuente: Antena 3)

La semana pasada se formó con los guionistas españoles un zafarrancho tan disparatao sin venir a qué y una guerra mora sin darme cuarté, que diría Lola Flores. Indignaditos estaban, en pie de guerra. El campo de batalla era Twitter y yo, claro está, me metí en el fuego cruzado. Sí, señores, la tromba marina. Os pongo en situación.

A través de un artículo en eldiario.es, se presenta Ficcial, un colectivo que ofrece asesoramiento a guionistas en temas como la diversidad religiosa, el feminismo o las personas LGTB. Dicen que no vienen a censurar a nadie, solo se ofrecen para leer los guiones y dar su punto de vista por si pueden aportar algo enriquecedor para la obra, siendo la última palabra del creador. Los guionistas (o algunos de ellos, bastantes) aseguraban, hashtag en ristre, que sí #EsCensura.

Esto del asesoramiento no es nuevo. La Policía y la Guardia Civil, por ejemplo, tienen a gente dedicada a trabajar con productoras para que la representación de los cuerpos sea verídica -y luego la ficción puede tomar otros caminos-, desde sus procedimientos internos hasta enseñar a los actores a coger una pistola. El documentalista, de todo tipo, no solo es una figura común en la industria sino que es imprescindible en muchas salas de guionistas (¿acaso deben saber por sí mismos cómo se inunda la cámara acorazada del Banco de España?). Los asesores -históricos, técnicos, judiciales…- son comunes: si haces una serie de un colegio, tendrás profesores y alumnos a mano, si haces una de hospital, a médicos.

Entonces, ¿por qué escuece sobremanera que alguien se ofrezca a asesorar en cuestiones de género, feminismo o racismo? ¿Duele plantearse la hipótesis de que no se estén haciendo las cosas del todo bien, que haya margen de mejora o que, oh, cielos, podamos no tener todas las herramientas necesarias para manejarnos en estos terrenos y nos venga bien una ayuda como cuando preguntamos si un reactor nuclear funciona así o asá?

Dentro tuit:

Pero A VER.

Otro decía que cómo iba a ser eso si las series españolas están plagadas de personajes femeninos poderosísimos, que los LGTBI siempre son un amor y que el malo siempre es un heterosexual cis. Pero A VER. Y ojo, añadía, que siempre se han utilizado los estereotipos a la inversa: el hombre como metepatas incapaz de sacar nada adelante y la mujer cabal que lo arregla todo. PERO A VER. Voy a por una tila.

¿Quién dice que un personaje trans no pueda ser infiel y uno gitano no pueda ser machista? Precisamente lo que nos gusta de la ficción moderna es la diversidad y que cualquiera pueda estar en cualquier rol. No se buscan héroes perfectos, al contrario; la verdadera conquista de la mujer, por ejemplo, es esa villanísima Villanelle de Killing Eve. Ahora bien, si SOLO usas (tú no, la ficción española en general) personajes árabes para que pasen hachís, si los negros solo están en los invernaderos y si las mujeres no son más que la comparsa del protagonista (o un personaje femenino “poderosísimo” en una serie que no te pasa el test de Bechdel), pues ya me dirás. Igual necesitas contrapesos. O una mujer no tan cabal, pero más compleja.

Flashback. Hace un tiempo acudí a un evento en el que uno de estos guionistas emberrinchados habló un rato. Contaba, vanagloriándose, una escena que había escrito en una serie juvenil, de esas en las que los protagonistas son aspiracionales para su público. En ella, un chaval le ponía la mano en el culo a la chica mientras la arrinconaba en un compartimento de un baño y ella le pedía que la soltase, pero él, en vez de aceptar su voluntad, la besaba. A mí, que no había visto la serie nunca, se me levantaron las cejas tanto que casi se me salen de la cabeza.

“¡Es solo ficción!”, gritarán algunos. “¡Los personajes no son modelos de conducta!”, espetarán otros. OK. Sí, la ficción puede mostrar personajes y acciones de todo tipo y, por supuesto, los viles dan mucho juego. Pero no ignoremos que existe una intencionalidad y una mirada de la serie respecto a estas acciones. Y en aquella serie juvenil el problema no era que hubiese un capullo entre sus protagonistas, sino que la serie no lo tratase como tal; al contrario, la lectura que hacía el guionista de aquella escena era algo tipo “¡Vaya crack! Jeje, escenón”. Ojos en blanco. Qué bien habría venido ahí Ficcial, te lo digo.

La ficción no debe ser boba. La ficción no debe ser ejemplarizante. La ficción, puestos a especificar, no tiene por qué ser necesariamente progresista. Pero si un guionista me viene con la cantinela de “es solo ficción”, lo siento, pero poco debe querer a su profesión. Porque obviar que una ficción tiene un mensaje, una tesis y una reflexión es no entender el medio.

La ficción no puede ser incuestionable, como algunos guionistas pretenden. Lo bonito de la ficción es, precisamente, su capacidad para generar diálogo. Quedarse dándole vueltas a qué te ha querido contar ese capítulo que viste la noche anterior o que surjan determinados debates. En el artículo de Ficcial se toca, y creo que un poco torpemente, el que ha salido en torno a Élite y la islamofobia, y yo en este respecto entiendo bastante la postura de los creadores de la serie. Pero hablar de ello nunca será malo. Que nadie tiene la verdad suprema ni nadie lo hace todo bien. Y sí, unas veces te lloverán las alabanzas, pero otras te dirán que tu serie es una santa mierda o que hazte así que se te ha quedado un poco de machismo.

Corte a: En medio de la tormenta, un guionista me contestaba: “El principal problema es que quienes más necesitarían este servicio son los que menos lo iban a contratar”. Otro usuario, esta vez del lado de los espectadores, añadía: “Igual si alguien les asesora sobre diversidad el año que viene ya solo hay doce series españolas que empiezan con el cadáver de una chica muerta. Y por ahí no pasan”. Arsa y toma, que toma, que toma. Y en Parí, y en Parí, y en Parí. Que es carne membrillo, que no es aserrín.

Nunca está mal recordar que la primera rapera de España era Lola.

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