A día de hoy, Miguel Ricart es el único condenado por el crimen de Alcàsser. (Fuente: Netflix)
Existen situaciones que acaban siendo terriblemente difíciles de resumir. El crimen de las chicas de Alcàsser es una de ellas. Lo que se ha mantenido en el recuerdo es la imagen de tres adolescentes en una foto de carnet; sin embargo, la historia que acabaron protagonizando involuntariamente fue mucho más compleja. Ramón Campos y Elías León Siminiani han hecho durante los últimos años el trabajo de intentar reconstruir una narración que nos muestre la imagen general de todo lo que detonó el asesinato de tres menores en noviembre de 1992.
Formada por cinco episodios, El caso Alcàsser repasa la propia desaparición, así como algunas de las consecuencias que sucedieron, en especial en lo que al tratamiento de los medios se refiere y al efecto que estos tuvieron sobre gran parte de la población. Cada uno de sus episodios se centra en un aspecto específico, repasándose el propio juicio y la sucesión de declaraciones de Miguel Ricart, único condenado por el crimen.
Si hubiera que ponerle una pega, posiblemente, sería la falta de detalle sobre Antonio Anglés y los muchos interrogantes que hay a su alrededor. Parte del misterio que tiene su figura viene provocado por su huida y posterior desaparición, pero su pasado y carácter es también dado a la fantasía, como se puede leer en Des de la tenebra, obra de Joan M. Oleaque que repasa el caso desde un punto de vista más localista.
La otra gran crítica es el punto de vista de la explotación por parte de los medios. Sí, el programa de Nieves Herrero existió. Sí, es la caricaturización de una situación en la que se perdió completamente el control. Pero no pretendamos que fue el único formato que hizo de este caso un espectáculo; el problema es mucho más transversal, profundo y actual. Culpar a un programa de lo que ocurrió es restar importancia a algo que nos lleva acompañando mucho tiempo y que hoy en día no ha mejorado, precisamente.
Por contra, su mayor ventaja es la de conseguir tratar un tema como este durante cinco horas sin caer en la pornografía. La sucesión de hechos aquella noche en La Romana queda sobradamente detallada en el sumario del caso, así como en los archivos forenses; a su vez, las imágenes del hallazgo dieron vueltas por platós de televisión y deben ser referidas varias veces al recordar aquellos años. Sin embargo, El caso Alcàsser logra citarlas y darle la importancia que tiene que esos datos se hicieran públicos sin necesidad de mostrarlos. En un caso como este, el esfuerzo por describir una situación escandalosa sin aprovecharse del mismo rédito es de agradecer.
El recuerdo de las víctimas
Una de las quejas recurrentes con el true crime es el olvido en el que se suele incurrir de las víctimas. Además, este es un caso cuyas consecuencias se podrían narrar sin siquiera mencionar a las tres adolescentes, porque por terrible que sea, el espectáculo que se sucedió poco o nada tenía que ver con ellas, sino con motivaciones mucho más retorcidas. Sin embargo, buena parte del primer episodio se dedica a desgranar qué ocurrió ese 22 de noviembre y qué rastro se ha podido recuperar, llegando incluso a detallar la escena del famoso coche blanco que, si bien el tiempo ha demostrado que no pudo ser visto tal y como es descrito, acabó sirviendo para localizar a Ricart y Anglés.
Fotografía de la búsqueda de los cuerpos. (Fuente: Netflix)
“Fernando, eres el estado de derecho”
Es cierto que las televisiones, y los medios de comunicación en general, hicieron de lo que vimos un espectáculo circense. Suya es esa responsabilidad y no se puede obviar, pero al otro lado de la pantalla había un montón de adultos que no sólo no cuestionaban lo que veían, sino que llegaron a entonar frases como “Fernando, eres el estado de derecho” (en referencia al padre de una tres las tres jóvenes).
Adultos maduros y con derecho a voto elevaron hasta el fanatismo a una sola persona, dándole no sé muy bien qué permiso para acabar con el Estado como lo conocemos y decidir sobre temas que no estaban en su mano. Obviamente, cambiar la urdimbre gubernamental no es únicamente una cuestión de querer hacerlo a título personal y, Fernando García, aunque tuvo mucho peso no sólo en medios, no tenía en su mano hacer más que otros ciudadanos. Pero más allá de la anécdota resulta interesante la reflexión y observar la transformación sufrida en enjambres dispuestos a tomar decisiones en caliente.
Donaciones y asociaciones, una fuente de ingresos
Uno de los efectos que generan este tipo de despliegues es que la gente quiere ayudar. En ausencia de otras formas que estén a su alcance, la solución primera suele ser donar (mantas o sangre en atentados como los del 11-M o dinero en otros caso). En ese sentido El caso Alcàsser, y mediante la entrevista a Juan Ignacio Blanco, da números correspondientes a la posible recaudación que se pudo hacer, y que únicamente una parte de ella era mediante ingreso bancario.
Tanto por Blanco como por Fernando García, este último en unas imágenes emitidas en Canal 9 en una entrevista en plató, se reconoce la entrega de dinero. En una situación que podemos ver también en la recién estrenada The Act, se repite la descripción de sobres que contienen fondos en metálico o cheques.
En un principio, se habló de la creación de una fundación que finalmente no llegó a constituirse y que tiene, ya de por sí, muchas cuestiones abiertas. La pregunta inmediata que me despiertan las imágenes del documental es evidente. ¿Dónde constan esas donaciones? Sin llegar a formular esa pregunta, sí se cuestiona la organización de la Fundación de las Niñas de Alcàsser (cuyo nombre fue prohibido mediante una sentencia judicial) y su finalidad. Solamente este tema ya daría para una investigación pormenorizada que, si bien es un tema que no es nuevo, se podría ahondar y detallar.
Fernando García, padre de una de las víctimas, es uno de los entrevistados para el documental. (Fuente: Netflix)
El juicio y las teorías de la conspiración
Pero si los medios de comunicación hicieron de la desaparición un espectáculo, no mejoró cuando el caso pasó a los juzgados. Es complejo de explicar hasta dónde llegaron las teorías de la trama, pero lo cierto es que el uso de los testimonios de diversos periodistas, como las declaraciones hechas para el documental por Mariola Cubells, nos permiten ver algo que vaya un poco más allá.
Se mezclan muchos ingredientes. El trabajo forense de Frontela es uno de ellos; pese a que discusiones como las de la manta pudieran ser únicamente una confusión entre colores y frases malinterpretadas, sí es cierto que otras de sus conclusiones, por ejemplo las del estudio entomológico, tienen una respuesta más complicada. Pero no es el único. El papel de Juan Ignacio Blanco sí parece clave y de gran influencia sobre Fernando García, pero no está solo. Sin una plataforma mediática encabezada por un programa nocturno, pero con una gran comparsa, no hubiera tenido la alimentación que tuvo.
La cinta
Y llegamos a la prueba irrefutable. Toda esa teoría paralela que implica a personas de gran influencia son sólo habladurías. Peor o mejor intencionadas, pero sin pruebas detrás. Sin embargo hay algo que supone una verdad incontestable, una cinta. En ella deberíamos poder ver a gente reconocible participando en una de esas fiestas en la que se intercambian chicas. Es el as en la manga que Juan Ignacio Blanco ha dicho tener. Sin embargo nada se sabe de ella. La demostración de que todo eso de lo que lleva décadas acusando es el secreto mejor guardado. O la nada. Nos tendremos que quedar con la duda y con las conclusiones que cada uno saque al respecto.
Un porqué a todo esto; los últimos cinco minutos
Medios de comunicación, público o teorías que cuestionan la investigación. El caso Alcàsser empezaba con la desaparición y posterior asesinato de tres mujeres, pero en seguida devino algo muy distinto y alejado. Entre todos cogimos su historia y convertimos un suceso privado e íntimo en algo que arrojarnos y tratar con bastante poco respeto. Y nos olvidamos de ellas. La serie documental acaba recuperando de qué iba todo esto. Y es que en realidad no es más que otra historia de mujeres que desaparecieron porque iban solas y de noche. O más bien porque ir solas y de noche supone un riesgo.
Por encima de todo y de cualquier audiencia, de lo que llevamos 26 años especulando es de un caso de violencia de género, tal y como recoge el Pacto de Estado contra la Violencia de Género desde 2017. No se trata de una anécdota de cuento macabro, sino de tres más de los nombres que engordan las listas año tras año.
El caso de las chicas de Alcàsser marcó una generación. Muchos hemos crecido con el aviso de no hacer autoestop, muchas hemos sido avisadas de no salir de noche sin varones a partir de ese momento. No fue lo único que sucedió para que se diera esa transformación, pero sí fue un hito que condicionó parte de lo que pensaban los padres de los años 90 cuando sus hijas salían a la calle. El ejemplo de un problema sistémico que dos décadas después sigue vigente.
‘El caso Alcàsser’ está disponible en Netflix.
Crítica: ‘El caso Alcàsser’ va del true crime a la crítica a los medios
La docuserie de Netflix recuerda la desaparición de las tres niñas de esa localidad valenciana en 1992fueradeseries.com