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Las series no tienen que educar, pero lo hacen mejor que la escuela

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María Jesús pregunta dónde está el orgasmo en el episodio 4 de ‘La otra mirada’. (Fuente: RTVE)

Durante una clase de educación sexual del cuarto episodio de La otra mirada, una alumna le dice a su maestra: “Estoy copiando los dibujos que ha hecho y hay una cosa que no veo… el orgasmo. En el pene no está y en la vágina tampoco. No lo veo. Se supone que existe, ¿no? Mi madre dice que es mentira”. Esta serie tiene un punto de vista feminista muy actual, que resulta un poco anacrónico para una ficción ambientada en la Sevilla de 1920, pero que funciona como ficción aspiracional; ojalá hubiera recibido esa charla cuando estaba en el instituto. Ojalá la recibieran los estudiantes de hoy.

Yo estudié con monjas en un pueblo del norte de Colombia, y la verdad es que no tengo quejas porque eran muy progres, pero lo único que recuerdo como algo equivalente a la educación sexual fue ver el vídeo de un parto. No sé cuál era el contexto de la clase, pero sí sé que funcionó como un método anticonceptivo muy eficaz durante varios años.

También recuerdo que me enteré de “cómo se hacían los niños” con un libro de anatomía, que se lo enseñé a mis amigas y que nos juntamos para ver una película de las “prohibidas”; básicamente para entender cómo funcionaba el tema, porque sobre el papel no lo veíamos claro. Creo que tenía diez años.

La curiosidad por el sexo siempre va a existir, se hable de ello en casa o no. Se le da al sexo un aura de misterio y clandestinidad que obliga a los jóvenes en edad de formación a buscar respuestas en la pornografía; una receta para el desastre porque, ya que están ahí, a menos que hagan una búsqueda específica y concienzuda de porno feminista, las únicas dinámicas que van a aprender son las del (abuso de) poder, las que fomentan la cultura de la violación.

Yo no tuve clases de educación sexual en mi colegio de monjas, pero lo importante aquí es que muchos jóvenes de España tampoco las están recibiendo hoy, en 2019. La asignatura no está regulada y están creciendo sin recibir información sobre salud sexual, orientaciones e identidades, el placer propio y el de la pareja, deseo y consentimiento.

Aimee Lou Wood es Aimee en ‘Sex Education’ y en este momento es muy feliz. (Fuente: Netflix)

Ojalá cuando busquen respuestas en Internet, esperando porno, se encuentren por error con Sex Education de Netflix. Solía críticar el título de la serie porque me parecía poco creativo, pero ahora le veo una utilidad. Además de enseñarles otras realidades y de demostrar que del sexo se puede (y se debe) hablar, podrán ver tramas como la de Aimee, una chica que se encuentra con una situación inesperada: su novio rechaza el ofrecimiento de que eyacule sobre ella y además le pregunta qué le gusta, porque quiere darle placer.

Aimee no lo sabe, porque no conoce su cuerpo, porque nadie le había hablado del placer femenino o de que masturbarse no era algo sucio, porque a las mujeres de los vídeos que había visto, o de los que habían visto sus otros novios, nunca les preguntan qué les gusta a ellas, porque son objetos, no sujetos; no importan. Cuando Aimee toma control de su sexualidad y se regala un orgasmo, es un momento de triunfo. Las series no tienen la misión de educar, pero que existan referentes como La otra mirada, Sex Education o Día a día es muy positivo. Espero que a los hombres y mujeres del mañana los críe la tele con series como estas.

De la masturbación femenina al aborto: todo lo que ‘Sex Education’ hace bien
La serie de Netflix es un referente en temas de identidad, relaciones familiares, el acoso y la educación sexualfueradeseries.com

valentina

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