Laura Corbacho en ‘Paquita Salas’. (Fuente: Netflix)
Hace unos meses, los Javis convocaron un casting online para encontrar nuevos talentos para la temporada 3 de Paquita Salas. Ahí dieron con Laura Corbacho, una cacereña de 20 años que protagoniza la trama del episodio Edwin, en el que Lidia San José intenta interpretar a un hombre transgénero en un cortometraje y se arma un lío contra ella en redes sociales. ¡Con el COGAM hemos topado!
El capítulo recoge polémicas reales que ha habido sobre actores cis que han aceptado papeles trans (por ejemplo, Scarlett Johansson, nombrada en el capítulo, o Paco León) y plantea una reflexión al respecto: “La última frase fue un poco improvisada. Lo que decía era que hasta que yo no tenga acceso a esos papeles, voy a luchar para que nos llamen a nosotras en vez de que llamen a Lidia y le pongan un bigote postizo, es decir, disfrazarla, porque no es una persona real con esas características ni sufre eso”, expone Laura, “Se trata de que no han sufrido transfobia en su vida y, encima, llegan a darle voz a esa gente. No tienes que darle voz a nadie, voz tenemos, lo que tenéis que hacer es escucharnos”.
Orgullosa actriz trans, Laura estudió bachillerato de Artes escénicas y posteriormente hizo pruebas para varias escuelas de arte dramático, pero su identidad supuso un problema: “En una de ellas no me cogieron por eso. ‘Con esa voz no vas a poder hacer muchos personajes…’. Y eso en realidad es transfobia, a mí no me la des”. Luego siguió sus clases de interpretación en una escuela privada, mientras estudia un ciclo de promoción e igualdad de género y da charlas con la asociación LGTB Triángulo Extremadura.
Entonces le llegó la oportunidad de Paquita: “Fue lo más. Para empezar, eran 30 segundos, que a ver qué haces tú en 30 segundos… una locura. Había que hacer como que recogía el Goya a Actriz revelación. Yo me subí al estrado, me pinté y dije algo así como: ‘Ay, muchas gracias, esto es lo más pero… se me ha olvidado el discurso porque era mentira, porque me habían dicho que dijese lo mismo de siempre y no me da la gana’ y hablé de que hay que dar más visibilidad a las trans. Fue algo súper rápido”, recuerda.
Sobre el tema que aborda su episodio, explica: “Mi opinión personal es que, a día de hoy, con la opresión que sufrimos las personas trans, lo ideal sería que nos llamasen a nosotras, aunque esto sea una putada porque otros no puedan hacerlo. ¿Por qué? Por la ignorancia que existe. Por ejemplo, en La que se avecina lo que la gente lee del personaje de Alba Recio es que es un hombre disfrazado con una peluca. Y es que yo no soy un disfraz. Se tratan mucho los estereotipos porque no tratan con personas trans ni siquiera para hacer el guion”.
La dificultad de ser actriz trans
“Un director está en su casa y piensa ‘Necesitamos a una chica trans, ¿a quién llamamos?’ y lo que pasa por su cabeza es llamar a un hombre. Es una cuestión de transfobia interiorizada porque piensan que en el fondo, aunque parezca una mujer, se tiene que notar un poquito que era un hombre”. A veces, quienes seleccionan a intérpretes cis para estos papeles se excusan en la necesidad de mostrar al personaje antes y después de su transición. Laura responde: “Yo soy actriz trans y estoy un poquito en el medio, tengo la voz grave y tal, y a mí no me importaría cortarme el pelo o ponerme un binder. Es decir, a mí que sí soy trans, no me importaría hacerme pasar por un chico, eso no es un disfraz”.
Hay quien ha mezclado esta cuestión con el hecho de que Paquita Salas esté interpretada por un hombre cis, Brays Efe, pero Laura Corbacho aclara que no es lo mismo: “Paquita en ningún momento dice que sea un personaje trans, así que lo que consigue es todo lo contrario; visibiliza que hay mujeres con la voz más grave, que hay mujeres cis que pueden tener sombra de barba… Eso ayuda al colectivo trans porque muestra diversidad de mujeres” y añade: “Los medios perpetúan que no haya diversidad. Que si esa tiene sombra de la barba y se nota que es trans; ya te tienes que hacer el láser. Que si esa tiene la voz más grave; se la tiene que aclarar”.
La cuestión del “passing”
Laura aboga porque las personas trans reivindiquen su identidad y su imagen, sin tener que intentar parecerse a las personas cis, lo que se conoce como tener “passing” (para entender más este concepto, os invito a leer este artículo de Rubén Serrano). “A día de hoy, cuanto más te acercas a la norma es un respiro porque tienes más privilegios. Es igual que el colorismo; cuanta más clara sea tu piel, más privilegios y cuanta más oscura, más opresión. Por eso entiendo que es un descanso y que haya mucha gente que busque eso. Es parecido también al tema de la pluma, pero si te encuentras en una situación de peligro puedes esconder la pluma; nosotras no podemos esconder que somos trans a corto plazo, pero a largo plazo sí operándonos o no diciéndolo”.
(Fuente: Netflix)
No obstante, no es tan sencillo ser visible en un mundo en el que la discriminación y las violencias son una realidad: “Es muy duro. Si quieres luchar y quieres cambiar algo, es un precio que hay que pagar: o dejas de ser tú y vives una vida más tranquila o eres tú misma, pero sabes que te pueden dar una paliza por la calle en cualquier momento”. Tener una expresión de género diferente a la normativa, además de exponerte a agresiones, también dificulta el acceso laboral: “Yo al ser tan visible, no creas que me van a contratar en cualquier sitio de cara al público; ya me ha pasado”. ¿Y como actriz es complicado? “De momento sí, pero como soy LO MÁS, creo que al final sí lo conseguiré”, comenta bromeando. De que es LO MÁS yo doy fe.
La serie Pose de Ryan Murphy es, para ella, la mejor representación del colectivo trans que hay en televisión: “Todo lo trata muy bien. Mis niñas cuando van por ahí y se preguntan ‘¿crees que paso?’ es como yo de pequeña. Es algo que nos hemos preguntado en algún momento todas las trans: si puedo, que no se enteren de lo que soy. En esa época era un alivio”.
La cultura drag como reivindicación trans
Además de actriz y activista LGTB, Laura Corbacho es drag: “Antiguamente, drag era disfrazarse de mujer; eran hombres expresando su feminidad, pero que luego no eran mujeres en su vida diaria. Pero ahora el drag es una performance del género. O sin género, es una performance. Es una forma de expresar tu diferencia y una valentía; salir al mundo con el pelucón, el maquillajazo, los taconazos… y reivindicar. Yo soy una drag más fishy [en el argot drag, esta palabra se refiere a las más femeninas] y, para mí, se trata de entrar en el canon pero exageradamente para reivindicarlo. Me pongo las tetas que se supone que debería tener según la sociedad, ese cuerpo de ocho exagerado que nos piden a la mujer… Estoy entrando en ese cuerpo y a todos nos gusta encajar aunque sea por un día. Te sientes poderosa”.
“El drag es una forma de decir: ‘Que no soy normal, coño, dejadme en paz’. Nos han vendido toda la vida la moto de que hay que normalizar a las trans, hay que normalizar para que seamos normales; ¡pero es que no somos normales para tu norma! Tu norma es cis, hetera, blanca, capacitada, neurotípica, delgada y de clase media. Y es que según eso no somos normales. Por eso, lo que tenemos que hacer es, en vez de intentar colarnos en su norma, reventarla. Que podamos dar un paso hacia la diversidad y que cada uno pueda ser como quiera ser. Si nos intentamos colar en la norma, siempre habrá alguien que no entre. Siempre hay alguien arriba, fuera del colectivo, diciendo: tú sí, tú no”.
“A mí me empodera muchísimo ir de drag”, dice, “Cuando voy de Laura, si me insultan a lo mejor agacho la cabeza y me voy a llorar a mi casa, pero de drag siempre me doy la media vuelta. No sé por qué pero es así”. Por último, subraya su mensaje: “Huyamos de la norma. En vez de intentar normalizar, debemos ser como queramos ser para que exista una diversidad real: cada persona, un mundo”.
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