Esta crítica se ha escrito después de ver los nueve episodios de ‘Mrs. America’. Contiene spoilers.
Cuando se estrenó Mrs. America pensé que por su temática, desde luego, iba a ser una serie interesante. Lo que no me imaginaba era que fuese a ser tan apasionante y entretenida. La miniserie de FX (que aquí podemos ver en HBO España) es firme candidata a todos los premios Emmy a los que sea elegible, porque destaca en todo, hasta en los títulos de crédito. No quería decirlo, pero no puedo resistirme, así que lo diré: es una de las mejores series de 2020.
Con cada uno de los episodios de su narración cronológica, armada a partir de las acciones encaminadas a conseguir la ratificación de la Enmienda de Igualdad de Derechos (ERA) en los años 70, fuimos conociendo a las figuras históricas femeninas más relevantes de la época, sus luchas personales, las contradicciones internas del movimiento feminista y cómo se gestó su oposición. Fue un ejercicio de memoria histórica, un análisis de la construcción de la retórica de la ultraderecha( tan vigente a día de hoy), y un recordatorio de que no podemos dar nada por sentado porque es muy fácil retroceder en términos de progreso social.
El protagonismo de Phyllis Schlafly en la narración ha sido cuestionado por algunos sectores de la crítica de Estados Unidos, que manifiestan su inconformidad por el esfuerzo que ha hecho Dahvi Waller (la creadora) por humanizar el personaje. Por mi parte, ese me parece uno de los aciertos de Mrs. America. Lo fácil habría sido caricaturizar y condenar su figura, pero al darle punto de vista, se enriquece el relato.
Una de las cosas más interesantes de la serie es ver cómo una mujer inteligente se aprovecha de un discurso oportunista, no precisamente porque crea en él, sino porque es una inversión que le será rentable. Y porque se sabe privilegiada y asume que ciertas luchas no son las suyas. Podrán ser las de las empleadas que atienden su casa mientras ella no está o las de algunas de sus compañeras de movimiento, que viven en situación de abuso y opresión, pero Schlafly sintió que su vida no dependía de la lucha feminista ni de que se ratificara o no una ley de igualdad. Eso es lo más triste de todo, que se opuso con todas sus fuerzas y en el fondo le daba igual.
Es inevitable ver los paralelismos entre sus tácticas en los 70 con los del auge de la ultraderecha en los últimos años, las mismas frases populistas, la propagación de datos falsos y repetición de cantinelas para suplir la ausencia de argumentos, el mismo discurso de odio… Phyllis Schlafly tenía que ser relevante en esta historia porque lo fue en la historia real.
(Fuente: IMDB)
Si ella no hubiese existido, probablemente esa organización multipartidista de la Asamblea Política Nacional de Mujeres de 1971 se habría consolidado como un movimiento político influyente en Estados Unidos. La ratificación de la ERA era solo uno de sus objetivos, el principal era formar y apoyar a mujeres para que accedieran a cargos de poder que les permitieran cambiar el sistema desde dentro.
Un cargo de poder como el que soñaba Phyllis Schlafly. El que creyó iba a conseguir en la presidencia de Ronald Reagan. Al final, ella obtuvo aquello por lo que estaba luchando, y su campaña fue tan efectiva que la enmienda no se ratificó ni en ese momento, ni en su plazo de extensión, y a día de hoy, la Constitución de los Estados Unidos, a diferencia de casi 200 en el resto del mundo, no incluye un artículo en el que se ampare la igualdad de derechos ante la ley sin distinción por sexo.
Pero eso no era por lo que estaba luchando en realidad. Además de que “sus logros” han lastrado a todas las generaciones posteriores, su triunfo se convirtió en su derrota personal porque su postura era tan radical, que, justicia poética, Reagan apostó en su lugar por una conservadora más moderada.
(Fuente: IMDB)
Su escena final en la cocina (homenaje a la película Jeanne Dielman) es una metáfora de su condena a seguir defendiendo el rol patriarcal de la mujer, a pesar de que a lo que ella aspiraba era a escapar del papel que le había asignado la sociedad, y a ser tratada como una igual en la esfera política controlada por los varones. La victoria de Phyllis Schlafly fue la derrota de todas. Y, cosas de la vida, por ser mujer, la suya también.
‘Mrs. America’ está disponible en HBO España.
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