‘GLOW’ ha sido cancelada y no tendrá cuarta temporada. (Fuente: Netflix)
Aquella imagen de Netflix como la salvadora de las causas perdidas y la amiga que nunca cancelaría tu serie favorita ya quedó muy atrás. Tal vez el drama comenzase con aquella cancelación de Sense8 que derivó en una campaña para que, al menos, hubiese un episodio especial con el que cerrar las tramas. Después, otras muchas han corrido peor suerte y cada vez es más común que la plataforma tenga pocos miramientos a la hora de sacar la guadaña. GLOW es el último caso doloroso. Y, aún aceptando que esto a fin de cuentas es un negocio y que los números mandan, no podemos dejar de preguntarnos si algo va verdaderamente mal en el modelo de Netflix.
La estrategia de la plataforma prima la cantidad por encima de la calidad: que todos los fines de semana tengas contenido nuevo para ver y que, si no te gusta, vendrá otra cosa rápidamente que la sepulte. No puede tener el usuario la sensación de que “se ha pasado Netflix”, de que ha agotado las posibilidades, siempre llega algo nuevo y, además, algo para cualquier tipo de público. Sin embargo, eso que en teoría podría parecer Jauja, en la práctica se está revelando como algo contraproducente: las series de Netflix son como unos coches de choque, peleando unos contra otros por mantenerse en la pista, o como una habitación llena de niños llorones solicitando la atención de su maestro.
Ante esa imposibilidad de atender a todo, el usuario llega hasta donde puede y muchos títulos nacen muertos. ¿Quién recuerda, por ejemplo, que en marzo se estrenó una cosa llamada Mujeres de la noche el mismo fin de semana que la tercera temporada de Élite, Los crímenes de Valhalla y la segunda temporada de Kingdom? Inevitablemente, aún contando con la predisposición para ver todo lo posible, nos quedan títulos pendientes. Y no solo eso: el modelo de estreno constante nos anima a no mirar hacia atrás: ¿para qué vas a ponerte con una serie que se estrenó hace tres meses si hay otra nueva con la que puedes participar en la conversación? Corre, que si parpadeas ya habrá pasado el momento para hablar de ella.
Seguir el ritmo de las series de Netflix puede parecernos casi un grand slam. Y entonces diremos: bueno, el espectador medio no tiene que verlo todo enseguida. Sí y no. Porque ahí entran en juego las métricas canceladoras de la compañía, que dictaminan el éxito de sus productos en base a cuánta gente los ve en los días cercanos a su estreno y cuántos completan la temporada. En teoría, si tienes muchas, muchas ganas de que tu serie favorita sea renovada, debes devorarla. Si la cancelan, vendrán otras veinte para sustituirla; es imposible coger apego a algo cuando la consigna es “las gallinas que entran por las que van saliendo”.
Pero, al margen de esta cuasi responsabilidad del espectador de cara a la continuidad de los productos, hay otras cosas que fallan en el modelo. Lanzar las temporadas completas tiene algo positivo: nosotros nos administramos el contenido y lo vemos al ritmo que queremos; pero también presenta problemas. Si una serie no es renovada hasta que se comprueba su resultado, por la propia naturaleza de la producción no será posible tener la siguiente temporada hasta el año siguiente o, como poco, habrá que esperar un embarazo. Y con eso entra en juego otro factor: el olvido. Seguro que habéis dicho eso de “cuando estrenen la nueva temporada de Dark tendré que volver a ver la anterior porque no me acuerdo de nada” (spoiler: nunca la vuelves a ver y te dejas llevar por la pereza) o directamente has sentido cómo se apagaba la llama por un producto que hace un tiempo te ilusionaba.
La televisión tradicional, a la que se le podrán poner muchas otras pegas, no tenía este problema. El modelo de las networks estadounidenses consiste en que las series te acompañen durante toda la temporada, con algunos parones, desde el otoño hasta el verano. Así, pierdes de vista a tus amigos catódicos durante las vacaciones, pero no pasa mucho entre la despedida y el reencuentro: la serie está viva durante un ciclo continuado en el tiempo. Mientras, el modelo de Netflix se parece más al de las películas de Marvel que van lanzándose a lo largo de los años. Pero no todas las series tienen la capacidad de convocatoria de una película marvelita.
En los últimos años, Netflix ha coqueteado con algunas variaciones sobre su estrategia. Por ejemplo, sus series inicialmente solían tener temporadas de 13 episodios y ahora se decanta más por 10, 8 o incluso 6. También ha probado a dividir las temporadas en dos partes, lanzando tandas de episodios reducidas sin que pase tanto tiempo entre una y otra. Pero, a fin de cuentas, el problema de la disolución del interés y la conversación es el mismo: rara vez dura más de una o dos semanas.
Mientras, HBO Max, Hulu, Disney+ y otros competidores parecen estar asimilando que esta táctica de Netflix no está siendo efectiva e incluso Amazon Prime Video ha probado lo de los episodios semanales con The Boys y no le podría haber salido mejor la jugada. Recordemos el modo de consumo de otros grandes hits como Juego de tronos o The Big Bang Theory, que era semanal, o pensemos en lo imposible que sería un fenómeno que se cueza a fuego lento como Schitt’s Creek dentro de Netflix; lo de Stranger things cada vez se ve cada vez más como una rara avis.
‘Schitt’s Creek’ es digna merecedora del título de mejor comedia del año
Esta otra televisión, a la que podemos despreciar por parecer menos ambiciosa en lo formal, también merece ser premiadafueradeseries.com