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‘Suits’: la temporada 8 mejora tras la marcha de Patrick J. Adams y Meghan Markle

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Imagen promocional de la octava temporada. (Fuente: USA Network)

Cuando Suits arrancó su temporada 8 tenía ante sí un reto, superar la marcha de Mike y Rachel sin que pareciera que su protagonismo había fagocitado la serie. No parecía una labor sencilla, menos si tenemos en cuenta la atención que recibía ella fuera de las pantallas, pero lo cierto es que no sólo ha sobrevivido, sino que la serie sale de ese combate en mejor forma que nunca.

Los inicios de Suits la planteaban como una serie alrededor de un dúo masculino. Harvey Specter (Gabriel Macht), el apuesto abogado que puede con todo, apadrinando a un jovencito Mike Ross (Patrick J. Adams) que acaba fingiendo ser letrado cuando todo lo que tenía era mucha inteligencia y casi ninguna preparación. En un primer momento se presentó como una producción de abogados centrada alrededor de la relación de sus dos protagonistas, pero en poco tiempo se descubrió como lo que siempre debería haber sido, una serie coral.

Con los años, algunos de sus personajes han ganado su propia parcela y lógica dentro del título. Suits no sería lo que es sin Louis Litt (Rick Hoffman) y la necesidad de ser amado en su lugar de trabajo, sin Donna (Sarah Rafferty) adelantándose a todos esos súper letrados de Harvard o sin la camarilla de abogados recién llegados que lidian como pueden en un mundo de competencia extrema y estrés.

La serie ha logrado tener una marca propia. No habrá otro título con más Louboutins por minuto, los ropajes son impresionantes, en ellas y en ellos, y es uno de esos entornos que no podría entenderse lejos de los grandes ventanales de Manhattan. El lujo es una forma de vivir entre acuerdos millonarios e intercambio constante de cheques por sumas de locura. Y es parte de su esencia. Ese lujo insultantemente naturalizado es lo que hace que Jessica Pearson (Gina Torres) tenga el cuello más esbelto y bello del universo o que Samantha Wheeler (Katherine Heigl) lleve un pelo imposiblemente reluciente durante jornadas maratonianas. Son implacables y representan al capitalismo más voraz en el lugar más loco. Y así debe ser, porque así decidieron ser desde un principio.

Mike Ross y Rachel Zane. (Fuente: Netflix)

Lo cierto es que en ese entorno Mike Ross y su flamante novia Rachel Zane (Meghan Markle) ya no lograban encajar. Cómo seguir siendo una serie de tiburones despiadados si dos de sus personajes deben ser buenos, vocacionales y entregados a las causas caritativas. Llegó un momento en que la bicicleta de Mike dejó de convertirse en un detalle pintoresco para ser un intento ridículo de ser lo que no era desde hacía mucho tiempo. Pretender trabajar en una pequeña empresa donde los pantalones se compran en un supermercado cuando tu sastre te mide el bajo para los conjuntos nuevos de esta temporada roza el insulto.

Suits estaba siendo superada por unos propósitos que simplemente no encajaban en su lógica. No es que para formar parte de ese entorno debas ser malo o superficial, pero si entras en el juego sí tienes que aceptar por bueno el contexto en el que sucede todo. Y partimos de la base de que el rango de tolerancia máxima y gesto mundano ha sido abrir el abanico de acceso a las grandes universidades estadounidenses.

Ese querer mostrarnos a una pareja angelical en un tanque lleno de pirañas propició más de una temporada de no estar ubicados. Se entiende que en algún momento había que dar salida al problema inicial de Mike y que tocaba una temporada de cárcel y patios con navajas. El cambio no es el problema en sí mismo, de hecho los episodios encarcelados con tramas completamente personales tenían sentido. El problema fue no lograr superar esa piedra y seguir avanzando. En cambio, la serie quedó completamente ahogada por la necesidad de solventar casi únicamente accidentes internos.

Suits es adictiva porque roza el culebrón. La vida personal de un montón de profesionales relevantes los supera día a día, mostrándolos como bastante incompetentes para arreglar cualquier altercado de un simple mortal, pero no es solo eso. Y había empezado a parecerlo. La salida de Patrick J. Adams y Meghan Markle ha provocado la necesidad de redefinir todos los límites y los personajes, y ha sido una ventaja. Se acabaron los minutos perdidos en la pelea entre el bien y el mal. Suits no es eso. Es despiadada, sin clemencia y llena de mordiscos crueles. Ya nos parece bien.

No debió de haber perdido el norte, pero ha logrado volver a su cauce justo a tiempo. La temporada 8 de Suits está siendo un placer entre puñaladas y dependencias en el bufete y encarrila un cierre de serie con la novena temporada que no podría prometer más.

‘Suits’ puede verse semanalmente en Netflix.

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maritxu

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