Laurie Metcalf y Roseanne Barr, en uno de los nuevos episodios de la comedia. (Fuente: ABC)
“La afirmación de Roseanne en Twitter es horrenda, repugnante y no encaja en nuestros valores, y hemos decidido cancelar su serie”. Con este escueto comunicado anunciaba Channing Dungey, presidenta de ABC, que la cadena no va a continuar con el revival de Roseanne, que había sido uno de los grandes éxitos de la temporada. ¿La razón? Un tuit racista de la estrella de la serie.
Barr insultó a Valerie Jarrett, afroamericana nacida en Irán y antigua asesora de Barack Obama en la Casa Blanca, diciendo que era como si los Hermanos Musulmanes y un simio hubieran tenido una hija, y antes había llamado “nazi” al banquero y filántropo George Soros. Los tuits los recogen medios estadounidenses como Variety, ya que Roseanne los borró y pidió perdón por ellos. Pero el daño ya estaba hecho. Sarah Gilbert, coprotagonista y productora ejecutiva, se distanció rápidamente de las opiniones de la humorista afirmando que sus comentarios “son horrendos y no reflejan las creencias de nuestro reparto y nuestro equipo ni de nadie relacionado con nuestra serie. Como mínimo, estoy decepcionada por sus acciones”.
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En un clima social muy dividido en Estados Unidos, en el que los ataques racistas se incrementaron el año pasado, ABC (y Disney, su propietaria) no podía continuar con Roseanne aunque terminara la temporada como la tercera serie más vista en la demo entre 18 y 49 años. Sus audiencias podían compensar ante las polémicas que han acompañado a la serie durante toda su emisión, incluidas llamadas telefónicas del presidente Trump a Barr para felicitarla por su éxito y un desafortunado chiste sobre otras comedias de ABC, como Fresh off the boat y Black-ish, que algunos críticos interpretaron también como despectivo, como mínimo, y racista en el peor de los casos.
Al final, la controversia que rodea permanentemente a Roseanne Barr ha sido excesiva para que su comedia pueda sobrevivir en su cadena.