‘Todo es una mierda’ y ‘Lady Dynamite’, dos series canceladas recientemente por Netflix. (Fuente: Netflix)
Desde hace años, los analistas de Hollywood intentan averiguar cómo decide Netflix qué series son un éxito, cuáles ha de renovar, o cancelar, y por qué de golpe y porrazo opta por producir, por ejemplo, comedias juveniles en lugar de dramas criminales con familias en problemas. La plataforma maneja una ingente cantidad de datos de los hábitos de visionado de sus suscriptores para tomar todas estas decisiones, incluida la de dar luz verde o no a determinados proyectos, pero esos datos no son públicos, como lo tampoco lo son los millones de espectadores que ven sus series.
Compañías como Nielsen están intentando medir sus audiencias con métodos indirectos (razón por la que hay tomarse con cierta distancia cifras como los 6 millones de espectadores que vieron el primer episodio de la segunda temporada de Por trece razones en los primeros tres días que estuvo disponible), pero no hay datos oficiales. Lo que sí hay son algunas explicaciones generales de los jefes de Netflix sobre lo que tienen en cuenta a la hora de continuar con una serie o cancelarla. El Big Data ahí es, evidentemente, importante.
Vulture ha publicado un largo reportaje sobre la manera en la que la plataforma está cambiando la manera de hacer televisión y, sobre todo, negocios en Hollywood, y entre los aspectos que toca figuran, precisamente, las razones detrás de la cancelación de series como Todo es una mierda o Lady Dynamite, por ejemplo.
Las oficinas de Netflix en Los Ángeles. (Fuente: Netflix)
Compara los datos que la compañía maneja sobre los consumos de sus suscriptores con las audiencias de las cadenas en abierto; si no hay suficientes espectadores en la demo entre 18 y 49 años (la preferida por los anunciantes), una serie concreta lo tiene complicado para sobrevivir. En el caso de Netflix, el margen de crecimiento de ese volumen de espectadores es donde está el quid de la cuestión.
El lema que impulsa la actividad en la plataforma se resume, en palabras de Ted Sarandos, jefe de contenido, en: “más series, más visionados; más visionados, más suscripciones; más suscripciones, más beneficios; más beneficios, más contenido”. En ese “más visionados” es donde descansa el futuro de series como la recién renovada Lost in space; no tanto en cuánta gente la ha visto, sino en su potencial de crecimiento.
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Los hábitos de visionado de sus suscriptores pueden diseccionarse hasta detalles muy concretos, como en qué episodio de una temporada es más habitual que los espectadores se enganchen, en qué día de la semana ven sus series, cuándo pausan un capítulo o pasan rápido algunas escenas, qué hacen una vez que los créditos finales del episodio aparecen, los dispositivos desde los que los ven y dos aspectos que se antojan bastante importantes: la tasa de compleción de una temporada y los visionados en los 28 días siguientes al lanzamiento.
‘Por trece razones’ es uno de los éxitos más recientes de la compañía. (Fuente: Beth Dubber/Netflix)
Pongamos por caso una serie de la que se desconoce aún si pasará de la primera temporada, Altered carbon. Las cifras disponibles sobre su recepción en la semana de su lanzamiento las ofreció Nielsen, no la propia Netflix, y apuntaban que, si el primer episodio había tenido una media de visionados superior a los cinco millones en siete días, el último se había quedado en apenas un millón.
Para decidir el futuro de esta serie, es probable que la plataforma se fije en los dos puntos que hemos indicado anteriormente. Mirarán cuántos de sus suscriptores han visto la primera temporada completa y, por contra, cuántos la han abandonado a medias o, incluso, cuántos ni siquiera han terminado el primer capítulo. Luego entra en juego la otra métrica, la de los visionados en 28 días. Si los suficientes espectadores vieron toda Altered carbon en sus primeras cuatro semanas disponible, y en esas cifras se aprecia una curva ascendente que indique que podría ganar audiencia en su segunda temporada, la serie será renovada.
No son los únicos puntos que se tienen en cuenta, por supuesto. En Netflix se estudia también qué serie es la primera que ven los nuevos suscriptores y, lógicamente, se mira la rentabilidad de una producción determinada teniendo en cuenta sus costes. Quizás Marco Polo nunca tuvo demasiadas opciones de pasar de la segunda entrega si, como se informaba, sólo su primera temporada costó 100 millones de dólares.
Una imagen de la cuarta temporada de ‘Black Mirror’. (Fuente: Netflix)
En el reportaje de Vulture se apunta además algo que suena a sacado de un episodio de Black Mirror y que es otro factor más en la toma de decisiones de la empresa: las comunidades de gustos. Son grupos de suscriptores a los que les gustan cosas similares independientemente de su edad, raza o clase social que sirven para que Netflix pueda hacerse una idea mejor de cómo interactúan dichos suscriptores con su contenido. Su algoritmo de recomendaciones personalizadas trabaja con esa segmentación de los usuarios.
Sin embargo, al mismo tiempo que se le da tanta relevancia al Big Data, los ejecutivos de Netflix afirman que no es su única vara de medir. Sarandos explica que “tienes que tener mucho cuidado de no obsesionarte con las matemáticas porque acabas haciendo lo mismo una y otra vez. Y los datos sólo te dicen lo que ha ocurrido en el pasado. No te dicen nada de lo que pasará en el futuro”.