Samira Wiley como Poussey en la temporada 4 de ‘Orange is the new black’. (Fuente: JoJo Whilden/Netflix)
El pasado lunes, George Floyd, un ciudadano afroamericano de Minneápolis, moría al ser arrestado por la policía. Varios agentes lo inmovilizaron en el suelo, con uno de ellos presionando su rodilla contra el cuello hombre para que se quedara quieto. Desde entonces, multitud de manifestaciones protestando contra la brutalidad policial y disturbios se han sucedido por todo Estados Unidos, movilizaciones que ya vivieron hace pocos años tras la muerte de, por ejemplo, Eric Garner en 2014 en Nueva York y de Michael Brown en Ferguson en ese mismo año, ambos también a manos de la policía.
Estos incidentes no son, por desgracia, algo inusual en Estados Unidos. Lo que es un poco más reciente es que las series hayan perdido el pudor a tratarlos de frente, a explorar el racismo sistémico que late bajo muchos de ellos. La cuarta temporada de Orange is the new black, por ejemplo, introdujo el tema con la muerte accidental de Poussey a manos de un guardia joven e inexperto que la inmoviliza en el suelo presionando con una de sus rodillas, ignorando que ella repite la misma frase que Eric Garner: “no puedo respirar”.
Las protestas de estos días han llevado a que la muerte de Poussey vuelva a recordarse. Será solo una serie de televisión, pero que Orange is the new black se animara a incluirla de esa manera puede ayudar a que muchos espectadores entiendan mejor de dónde viene la rabia y la indignación detrás de los disturbios desencadenados en Estados Unidos. La representación en televisión también es esto, mostrar un mundo que, aunque a algunos nos pille lejos, está ahí.
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