El éxito de Rick y Morty no es en absoluto inexplicable, aunque sí resulta algo marciano. La serie lleva cuatro temporadas agitando en alto los méritos que la convirtieron en un fenómeno hace ya unos años —un cóctel agrio de comedia grosera y hard sci-fi— y, aunque sea complicado sacarle defectos concretos, tangibles, a una fórmula tan afinada como la suya, conozco a mucha gente que no la traga. Sus extras, disponibles en el catálogo de HBO España y el canal de YouTube de TNT, son el ejemplo perfecto de por qué.
La primera plataforma, que además de la serie de Dan Harmon y Justin Roiland recoge muchos otros contenidos de Adult Swim, ofrece desde hace poco como una serie separada los llamados Rick y Morty Extras. Al igual que aquel corto de Michael Cusack que ya revisé aquí hace unas semanas, las dos piezas que componen la primera temporada de este bloque independiente de las aventuras del pobre chaval y su desquiciado abuelo lanzan a los dos protagonistas a las manos de creadores ajenos a la serie que aportan alucinadas visiones paralelas. En este caso, ambos son japoneses: Kaichi Sato escribe y dirige el primero, y Takashi Sano hace lo propio con el segundo.
Una de samuráis
El corto de Sato, titulado Samurai & Shogun, viene también con el marchamo de Studio Deen, equipo responsable de Ranma 1/2 y Neo Yokio. Se trata de una pieza muda, ultraviolenta e hija del anime 3D actual que emula el cine de samuráis y, más concretamente, la saga de manga y películas El lobo solitario y su cachorro. Más allá de la referencia mencionada, el cortometraje está vacío de interés para cualquiera que no sea un acérrimo de la serie madre. De hecho, si no fuera por el peinado, las cejas y los eructos de Rick, la historieta podría pasar como un episodio-cápsula de una franquicia cualquiera. No es más que pienso para fans, pero atestigua la expansión imparable de la influencia de Rick y Morty, que hace ya mucho que salió de ese nicho de buhardillas y sótanos al que muchos desterraríamos una propuesta tan extrema.
El segundo fragmento, Rick y Morty vs Genocider, de Takashi Sano, merece más la pena que su antecesor en todos los sentidos. Es más imaginativo, más atractivo en lo visual y está más pulido, pero es que además se atreve a reescribir el genoma mismo de la serie que parodia. Además de estar plagado de referencias —el niño solo en la ciudad de Neon Genesis Evangelion, las bolas de Pokémon, las transformaciones y la cabalgadura en forma de nube de Bola de dragón, la devastación de Akira…—, el corto de Sano, facturado en Telecom Animation Film, revolucionó todos los comederos de rumores y teorías donde se solazan los espectadores más curiosos por su relación con la propia Rick y Morty.
En los ocho minutos que dura la historia, una vertiginosa peripecia que, por supuesto, incluye un hipotético fin del mundo, ocurre algo de importancia radical: se menciona el código identificador de la versión de Rick que protagoniza la serie principal, el C-137 —cosas del multiverso, ya se sabe—. Por ende, todo lo que se cuenta en este segundo corto debería poder considerarse canon, es decir, que sería de aplicación para la trama troncal, incluida una enrevesada propuesta de origen para el científico curda que no os quitaré el gozo de descubrir en primera persona. Roiland y Harmon ya se han hecho eco antes de alguna de las semillas plantadas en estas viñetas autónomas, así que no es muy disparatado esperar que también incorporen el ejercicio de retrocontinuidad de Sano. Sin duda, tendrán tiempo para hacerlo: en 2018, justo antes de lanzar la cuarta temporada —la última disponible en HBO España—, Adult Swim firmó con Harmon y Roiland 70 episodios más.