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De ruta gastronómica por Barcelona con ‘Foodie Love’

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Guillermo Pfening y Laia Costa, protagonistas de ‘Foodie Love’. (Fuente: HBO España)

Foodie Love llegó la semana pasada dispuesta a enseñarnos la intimidad de una pareja cosmopolita. La serie viene de la mano de HBO España y de Isabel Coixet, nombre que se presenta por sí solo y que a su vez ya nos permite intuir qué vamos a encontrar. Sus protagonistas, un hombre y una mujer de treinta y tantos, solteros y con mochila personal, no tienen nombre. No lo necesitan, supongo. Porque la producción viene a hablarnos de ellos, de nadie más.

Pese a que constantemente se cruzan relaciones con terceros, con los que intercambian palabras en otras lenguas y que tienen un papel enriquecedor para contarnos cosas de sus protagonistas, Foodie Love nos narra un Ella y un Él que podríamos ser todos nosotros en algún momento y que, a su vez, está centrada en una pareja a años luz del común de los mortales.

Todo en la serie es urbano, moderno, un tanto excéntrico y propio de esa vida impecable que vemos en las redes sociales desde nuestro sofá con manchas de café antiguas y pelos de gato. Su protagonista femenina se mueve en taxi y en los Ferrocarriles de la Generalitat. Nunca en metro. Lo que a un vecino de Barcelona ya le cuenta mucho. De una forma sutil podemos saber que la casa de ella está en esa línea que conecta la ciudad con el Vallès y que fue construida durante el siglo XX para llevar a la gente bien de los barrios altos a sus segundas residencias de la comarca vecina.

(Fuente: HBO España)

Es un detalle, pero todo respira ese aire en el que el Born es un barrio-postal donde encontrar hermosas coctelerías de autor y locales en los que probar la última tendencia llegada de Asia. No deja de ser irónico los entornos urbanos de los que se rodean varios de los sitios escogidos por la directora para narrarnos la difícil historia de amor entre Laia Costa y Guillermo Pfening. Sólo ellos darían para una charla sobre la gentrificación de las ciudades y el uso de la clase media-alta de ciertos sitios que no querrían tener en sus barrios una vez cumplidos los cuarenta.

Pero ese es otro tema. Y, siendo honestos, no se puede decir que la ambientación de Foodie Love o la tendencia de sus personajes pueda sorprender a nadie. Sabíamos las cartas con las que jugábamos antes de ver la serie y o las abrazamos o mejor optar por no verla. Así que amémosla sin mirar atrás y fijémonos en la ruta gastronómica que nos muestra.

Pese a que ambos viven en Barcelona, dos de sus ocho episodios se desarrollan fuera, uno en Roma y otro en Montolieu. Como ya pasa en otras series, es difícil resistirse a la tentación de mostrar heladerías maravillosas o villas de ensueño. Qué clase de persona viaja a Italia y no aprovecha para comer pasta.

Pero los otros seis capítulos transcurren en Barcelona, donde Isabel Coixet aprovecha para exponer lugares en los que parar a repostar. Todos son distintos entre sí, aunque todos tienen en común el halo de ciudad cosmopolita. Repasemos algunos de ellos.

(Fuente: HBO España)

La curiosidad se aviva ante el café

Las cafeterías modernas han aflorado en cada rincón de la ciudad. Locales en donde al cliente se le deja en paz. No te sirven a la mesa y no tienes apenas contacto con nadie de fuera de tu espacio privado. Es un entorno perfecto para que la relación entre Él y Ella se encienda; esa mecha de curiosidad donde ríes nerviosamente y juegas mucho con lo que tengas entre los dedos. En este caso será una cáscara de naranja de uno de los cafés de Espai Joliu, un local en el que plantas, café y dulces se entremezclan en un espacio íntimo y con constantes sorpresas en su carta.

Colocad el lugar en vuestro mapa mental de Barcelona, se encuentra en uno de los puntos estratégicos de cambio de los próximos años de la ciudad (el eje Pere IV) y en los que venimos encontrando un montón de comercio nuevo y que dote de contenido a la zona más industrial en actual reconversión desde los inicios del milenio.

Tiene sentido que queden allí. Es un punto neutral, lejos de los barrios de vecinos históricos de la ciudad, en donde los locales modernos de música, bebida y talleres artesanales reconvertidos afloran en cada rincón. Desde el inicio la serie nos habla del tipo de lugares que ellos frecuentan y la conversación en la que Ella habla de vivir en Japón y Él de su año sabático suena del todo verosímil. Están en el sitio adecuado para ser el tipo de gente que puede permitirse un año sabático.

El peligro de una espera entre alcohol

Junto a la estación de Francia (aquella donde antaño había de todo) se encuentra la coctelería Paradiso. Con copas de autor y platos con pastrami, forma parte de un grupo de restauración. Quizás por eso se ha optado por poner a Yolanda Ramos a hacer las veces de camarera. O quizás por añadir otro nombre a la lista de cameos de famosos que encontramos en la serie.

El de Paradiso es uno de esos sitios que debes conocer de antemano. Con entrada clandestina y oculto a la simple vista, se encuentra uno de esos bares que bien podrían haber aparecido en Hache o en un documental de Netflix. El Born es, sin duda, uno de los barrios de la ciudad donde más locales raros se concentran. Y los alrededores del parque de la Ciutadella dan vida a sitios de lo más eclécticos. Desde fiestas de tapadillo que duran hasta la mañana en barras improvisadas de locales en planta baja (basado en hechos reales), hasta locales a los que ir a beber solo una historiada copa entre semana y pasar desapercibido. Sin duda el lugar de su segunda cita es una exhibición de lo que Él conoce la ciudad que está más a la vanguardia.

(Fuente: HBO España)

El tercer episodio, de lo más personal a lo más conocido

Pero si hay un episodio en el que se muestre más el tipo de persona que Él puede ser para Ella es el tercero. Recordemos que arranca con ese pequeño restaurante japonés en medio de un mercado de barrio. Lo cierto es que es un lugar trampa, porque aunque en los mercados de Barcelona es cierto que existían paradas que han sido reconvertidas en lugares contemporáneos en los que comer, en el del Carmel no hay un sitio así. Al menos hasta lo que conozco. Pero nos habla de su yo más personal, de la rutina que Él sigue, teniendo un estudio en el que vivir muy cerca y yendo a comer dos veces por semana a un lugar donde encontrar comida casera, aunque sea de la otra punta del mundo.

Ese personaje convive con el ganador de premios matemáticos que estudió en una buena universidad y puede permitirse comer en un lugar tan premiado como el restaurante de los hermanos Torres. Con todo, su cháchara, la emoción, el disfrutar de la comida de una forma apasionada contrasta con el cliente mayor y estirado que los rodea. De alguna forma representan a esas parejas que nos hemos plantado en la treintena sin hijos ni cargas, que destinamos una buena parte de nuestros ingresos a cosas tan caducas, y reconfortantes, como el comer.

(Fuente: HBO España)

La cotidianidad acaba siempre haciéndose presente

No lo puedo evitar, cuando los protagonistas de Foodie Love pierden la necesidad de demostrarse el uno al otro cuánto saben de estilismo y de qué es lo que está de moda me interesan mucho más. Me resulta muchísimo más curioso ver una sala de cine donde puedes entrar una copa y ves películas antiguas en cómodos sillones con cojines. Es la sala de la Soho House, un club social con una maravillosa piscina en su azotea, spa y la íntima sala de cine que vemos. De esos lugares que sólo pueden crecer en ciudades en donde haya una élite que pueda pagarlos y a los que el común de los mortales asistimos sólo cuando nos invitan a un evento.

Pero es también hablar de los croissanes de Ochiai. En una sola frase de la serie se concentra mucha de la magia de su obrador, cuando distraídamente él va pidiendo cosas completamente distintas y que ya no quedan. Mochis delicadisimos de los sabores más tradicionales y de los más occidentalizados conviven con uno de los mejores hojaldres levados de la ciudad. No os perdáis su bollería ni sus dorayakis.

O La Pepita, un lugar con dos locales a segundos de la ruta de todo turista por la ciudad, situado en la bisagra que une Gràcia con Barcelona, y en donde se pueden encontrar combinaciones extrañísimas de comidas que sin embargo acaban casando.

Y me dejo sitios. Seguro. Porque esas tortillas a domicilio del sexto episodio tienen una pinta envidiable y mi nueva finalidad vital es localizarlas. Como sus protagonistas, Foodie Love es mucho más moderna e interesante cuando no intenta serlo. Pero lo que es seguro es que sabe engordar la lista de lugares a los que ir en la vida.

La primera temporada de ‘Foodie Love’ está disponible completa en HBO España.

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maritxu

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