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Gari de ‘Vida perfecta’ o cuando un secundario roba la serie

Gari es un jardinero al que María no le parece guapa. (Fuente: Movistar+)

Todo el que haya visto Vida perfecta se ha enamorado de Gari. Es una afirmación que hago sin ningún tipo de prueba concluyente, más que la experiencia propia y la observación de mi alrededor, pero tampoco me cabe duda de que sea así. Porque el personaje al que encarna Enric Auquer es pura luz, a pesar de que la serie no tiene una mirada paternalista hacia él ni tampoco se recrea en la ñoñez.

De hecho, Gari es tan grande dentro de Vida perfecta que eclipsa a las tres protagonistas y sus respectivas tramas principales. Él es uno de esos secundarios que piden a gritos ser el centro de la serie. Y ojo, no es el típico robaescenas que se luce mucho pero que, en caso de sacarlo del conjunto, quedaría redundante y perdería la gracia con el exceso de metraje. Al contrario, su historia, que asoma de cuándo en cuándo a través de la serie, es con diferencia la más original y refrescante de las que se proponen.

Y casi duele decir esto. Después de un montón de series sobre hombres con el ceño fruncido, Movistar+ saca una serie con mujeres en el centro y, caprichos del destino, es un hombre el que más nos interesa. Pero es que Gari no es un hombre promedio. Si bien las historias de María -una mujer cuyo mundo se viene abajo ante una ruptura-, Cristina -con una aventura extramatrimonial- o Esther -pintora en crisis creativa y de madurez- nos pueden parecer tener conflictos más reconocibles, la representación de las personas con discapacidad como Gari son mucho menos comunes en televisión. Y menos con una representación entre el realismo y la ternura. Todas las lágrimas que me ha sacado Vida perfecta han sido con Gari.

Auquer, que no tiene discapacidad y viene de interpretar a un narco en Quien a hierro mata, contaba en las entrevistas que para construir el personaje, por un lado, se fijó en una persona con discapacidad que conocía desde niño y, por otro, pasó muchas horas hablando con sus compañeros de reparto que también tienen discapacidad (les preguntaba “si se la pelan, si fuman porros, qué conflictos tienen con sus padres, cómo se ven dentro de un tiempo, cómo viven el amor, qué pelis miran, qué les mola…”, comentaba el actor). Y su trabajo es de premio. Le veremos recoger el Goya a Actor revelación, dicen algunos críticos, y puede que el mérito de ese futurible galardón sea también de que los académicos le hayan visto en la serie.

Porque como él también dice, la serie no busca simplemente explicar la diversidad funcional. No es un panfleto. No da leccioncitas con el dedo levantado. Vida perfecta se sumerge en la vida de una persona que, además de tener discapacidad, sueña con ser padre. Y el mundo le ha dicho que puede hacer muchas cosas por sí mismo, pero que ese sueño quizás le quede demasiado grande. O no. Él va a demostrar que no. Pero no es un héroe ni un personaje intocable al margen de las propias reglas de la serie; al contrario, tiene dicotomías, fallos, bondades y patinazos como cualquier otro.

Pero él nos emociona tantísimo que solo queremos que nos sujete la mano y nos diga que ahora nos toca a nosotros ser los adultos. Lo siento, chicas, pero cuando aparece Gari no me importan los problemas de nadie más.

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