Elisabeth Moss, como Offred en ‘El cuento de la criada’. (Fuente: HBO España)
Cuando Margaret Atwood escribió El cuento de la criada, se inspiró en diferentes épocas en la historia en las que las mujeres veían sus derechos recortados hasta necesitar el permiso de un hombre para prácticamente salir de casa. La escritora vivía en el Berlín occidental a principios de los 80 mientras creaba Gilead y estaba rodeada de noticias sobre gobiernos conservadores y regímenes totalitarios que prohibían el aborto (Rumanía), regulaban la vestimenta con la que las mujeres salían a la calle (Irán) o requerían que ellas tuvieran la firma de un varón de su familia para abrir una cuenta bancaria o viajar al extranjero (España durante el franquismo).
Reflejó todas aquellas noticias, más la deriva reaccionaria de la derecha estadounidense más religiosa, en la historia de Offred, la criada cuyo nombre deriva del hombre al que pertenece, la ex empleada de una editorial cuya labor en la sociedad se reduce a tener los hijos de su señor. La serie de Hulu que adapta el libro utiliza igualmente esas inspiraciones en la realidad, pero algo aún más curioso ha ocurrido desde que estrenó su primer episodio, en la primavera de 2017. Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos con una campaña electoral abiertamente misógina y, en estos casi dos años que han pasado desde el estreno de aquel primer capítulo, los políticos más retrógrados han ascendido con fuerza en bastantes partes del mundo.
El cuento de la criada ha pasado, así, de ser una ficción especulativa, como la categoriza la propia Atwood, a casi una pieza de resistencia. Las comparaciones con momentos de sus episodios se suceden cada vez que salta alguna noticia sobre propuestas muy restrictivas de reforma de las leyes del aborto, o sobre intentos de derogar las normativas de violencia de género (o declaraciones que niegan que esa violencia exista). Serena Joy está transformándose en una moraleja, una advertencia hacia las mujeres que apoyan esas iniciativas.
Serena Joy. (Fuente: Hulu)
Ella era una intelectual, una autora con cierto nombre que disfrutaba de una buena posición y de su independencia de su marido. También era una de las ideólogas de Gilead, y sus propias ideas se convirtieron en una prisión en la que se le cortaba un dedo si la descubrían leyendo y su esposo estaba en su derecho de azotarla si lo creía necesario.
Nolite te bastardes carborundorum. No dejes que los bastardos te machaquen. No es una serie sutil porque está evolucionando hacia una serie protesta. Sus espectadores sienten que deben movilizarse, estar vigilantes y actuar para evitar que algo como Gilead se haga realidad. Que vuelva a hacerse realidad, porque El cuento de la criada es muy consciente de que, como se repetían los cylones de Battlestar Galactica, todo esto ya ha pasado antes y volverá a pasar otra vez. Si no tenemos cuidado.
‘The Handmaid’s Tale’ tiene en Serena Joy a su arma secreta
El personaje de Yvonne Strahovsky ha sido la gran revelación de la segunda temporada de ‘El cuento de la criada’fueradeseries.com