Uno de los secretos mejor guardados de la industria audiovisual mundial es el lugar de privilegio que ocupa Nigeria. Con un número de películas producidas anualmente que ronda las 2500 (superando a los gigantes de Hollywood y Bollywood) y un más que meritorio tercer lugar en cuanto a facturación global si unimos cine y televisión, la industria nigeriana se ha ganado con creces el sobrenombre de Nollywood.
Las películas y series nigerianas inundan por completo los televisores de toda el África negra. Además, cuentan con un modelo de negocio y de producción original y muy peculiar que he podido conocer de primera mano y que voy a explicarles en la primera parte del artículo. En la segunda parte, hablaremos de las series televisivas nigerianas más importantes tanto del pasado como de la actualidad, aderezadas con algunas de mis experiencias personales, como mi aparición como figurante en una película de Nollywood.
El nacimiento de un imperio
Nigeria, como el resto de países africanos, carecía de una industria cinematográfica y televisiva con cara y ojos hasta el año 1992, cuando la entrada de las tecnologías de grabación y edición digital cambiaron el panorama por completo.
Hasta esa fecha, el panorama era parecido al de cualquier otro país: cines ambulantes que se desplazaban por los lugares más remotos del país y salas de cine muy espartanas (con una sábana blanca y unos bancos de madera) en casi todos los pueblos y en los barrios de las ciudades importantes. En el local se proyectaban los carretes de las películas que les llegaban desde cualquier rincón del planeta, predominando las de artes marciales para el público masculino y las musicales de la India para las mujeres.
La producción local, debido a que el coste de producir una película era prohibitivo para una economía tan depauperada, era muy escasa. Todo el talento se concentraba en las series televisivas, que al aprovechar las cámaras y las instalaciones de la televisión pública, permitían hacer culebrones para entretener a los segmentos más pudientes de la población. Las clases altas eran los únicos que tenían televisión y la señal les llegaba a través de los escasos repetidores del país o de alguna parabólica.
Nigeria ha sido siempre un país muy complicado de entender y de gobernar. Su población supera los 150 millones de habitantes, dos terceras partes de los cuales viven por debajo del umbral de la pobreza y en condiciones miserables. Además, tienen un nivel de corrupción en todos los estratos del gobierno que hacen que la trama Gürtel parezca una ONG al lado de las tropelías y saqueos continuos de los políticos y militares del país. Como suele suceder en las sociedades caóticas y fallidas como la nigeriana, la gente se acaba buscando la vida para satisfacer sus necesidades básicas al margen de los estamentos más o menos oficiales y se crean unos canales paralelos para ofrecer y recibir esos servicios como buenamente pueden.
En estas condiciones, el entretenimiento no era precisamente una de las prioridades de las clases más pobres nigerianas, que se contentaban con ir al cine cuando podían permitírselo y ver la televisión o el culebrón de turno arracimados alrededor del único aparato del pueblo.
En 1992, todo el modelo cambió por completo con la aparición de la película Living in Bondage, obra de Kenneth Nnebue, un propietario de un almacén de artículos electrónicos que no se le ocurrió otra forma para deshacerse de un enorme cargamento de cintas de vídeo vírgenes que tenía que hacer una película muy rudimentaria: un hombre que vende su alma por dinero, con un conflicto importante entre la cristiandad y el juju, que es como se conoce en Nigeria las ciencias ocultas.
El éxito de la propuesta fue brutal, vendiendo cientos de miles de copias a precios irrisorios. Primero lo hizo de forma personal en su almacén, pero luego utilizó la red de distribución de los mercaderes ambulantes de la gente de su etnia Igbo en el mercado de Alaba en Lagos.
La película, vista ahora, era malísima e infumable, pero para los nigerianos resultó toda una novedad en esa época ya que hablaba de sus cosas y costumbres, con actores de su etnia y con los que se podían identificar más que con los chinos de turno dando mamporros. Aquí pueden ver el trailer de la misma y preguntarse cómo ha podido nacer un imperio de esta película
La posibilidad de hacer negocio provocó una autentica avalancha de nuevos realizadores, que armados con cámaras digitales empezaron a producir películas directamente destinadas al mercado de vídeo y, lo más importante, con unos precios accesibles a los segmentos más pobres de la población, que veían en estas películas la posibilidad de evadirse por unas horas de su miserable vida cotidiana.
La industria creció de forma exponencial cada año y la adopción del formato CD vídeo (más barato que el DVD), junto con la introducción de aparatos muy cutres de origen chino con la televisión y el reproductor de CD incorporado, sentó las bases de la industria multimillonaria que es en la actualidad.
El modelo funciona basado en una producción stajanovista de películas al mínimo coste posible para dar las copias de forma directa a los vendedores callejeros, evitando intermediarios y distribuidoras. El coste de venta es tan bajo que, aunque también son pirateadas, el margen de beneficio es mucho menor que en una película extranjera, por lo que tienen una especie de acuerdo tácito en el mercado de Alaba por el cual piratean lo extranjero y venden lo nacional directamente del productor.
Las víctimas del sistema han sido principalmente los cines, que han cerrado a lo largo y ancho de todo el país. Únicamente quedan siete multicines y todos ellos se encuentran en centros comerciales de lujo en Lagos y Abuja (la capital), reservados exclusivamente para los jerifaltes del país y sus familias, que son los únicos que pueden pagar los exorbitantes $7 que cuesta una entrada.
Cualquier paseo por Lagos (algo nada recomendable por ser increíblemente peligroso) nos permite ver infinitos puestos de venta de las últimas novedades, con actores y directores absolutamente desconocidos fuera del país pero auténticos ídolos en Nigeria. Para hacerse una idea, aquí les dejo el vídeo de la película 2rats, protagonizada por la pareja de enanos Aki y Paw Paw, una especie de gemelas Olsen a la nigeriana que arrasan en su país. No tengo palabras para describirlo:
Las tramas de las películas se repiten ad infinitum y se pueden agrupar en tres grandes bloques: las religiosas, las cómicas y las familiares.
Las primeras son producidas por las innumerables iglesias evangélicas que tienen una gran influencia en la vida del país. Están destinadas al consumo de sus feligreses, con unas tramas sobre la lucha de las fuerzas del bien contra la brujería y espíritus que pululan por todos los poblados.
Las películas familiares son algo más elaboradas. Suelen hacer hincapié en la fuerza del núcleo familiar para ayudar a sus miembros a sobreponerse de sus problemas personales y profesionales de todo tipo, pero siempre con una moralina conservadora muy influida por la religión.
Por último, las cómicas, como las de Aki y Paw Paw, son de un humor de brocha gorda que podría recordarnos al estilo Ozores a la nigeriana, pero sin sexo: el puritanismo de la sociedad controla este punto hasta el más mínimo detalle.
La voracidad del público es increíble y su demanda de nuevas películas, casi con periodicidad diaria, hace que la industria siga floreciendo y extendiendo sus tentáculos al resto de países africanos.
Nollywood no existe como industria ni tinglado organizado, no hay estudios para filmar las películas y las tareas de preproducción y posproducción las hace el director en su propia casa con un ordenador y grabando las copias él mismo. Eso sí, la amalgama que se ha creado de forma casi espontánea tiene un estilo propio, cada vez genera más dinero y bien merece la pena ser conocida… aunque se trata de un modelo de difícil exportación fuera de sus fronteras.
La televisión de Nollywood
En Nigeria, a diferencia de los países del mundo occidental, el prestigio y el dinero para actores y directores está en la televisión, que va dirigida a las clases altas y dirigentes, mientras que el cine ha quedado relegado para los pobres que no pueden permitirse otra cosa.
La razón de esto es única y exclusivamente la publicidad, ya que la esponsorización de las series televisivas por parte de las compañías de telefonía, vehículos y demás productos de gama alta permiten dotarle de unos presupuestos que en el cine ni sueñan.
La situación viene de lejos y el mejor ejemplo histórico lo tenemos en la serie The Village Headmaster, que en 1979 se convirtió en un verdadero fenómeno panafricano, con una producción cuidada y unos guiones que hablaban de los problemas del jefe de una población alejada de los núcleos urbanos. Este cortísimo vídeo sirve para ilustrar esos tiempos pioneros de la televisión nigeriana.
La irrupción del boom cinematográfico afectó bastante a la calidad de las series televisivas, lo que unido a la crisis que tuvo Nigeria al final del siglo XX por la caída de los precios del petróleo, hizo descender muchísimo la producción televisiva al no poder competir con el dumping cinematográfico.
La solución fue especializarse en el segmento más pudiente de la sociedad nigeriana, mostrando lujo y oropeles que pudieran atraer a los anunciantes que querían dirigirse a esas clases medias / altas deseosas de marcar cuantas más diferencias les fuera posible respecto a la mayoría empobrecida del país
El cambio tuvo su mayor exponente en Tinsel, la serie nigeriana más famosa de la historia. Empezó a emitirse en 2009 y relata el enfrentamiento entre dos empresas de producción cinematográfica, una de ellas la líder en el mercado y la segunda la de mayor crecimiento gracias a una política muy agresiva y que les lleva a choques continuos. La serie es un culebrón, pero de lujo y muy bien realizado, y su promoción ya les va a dar una idea de que el target de la serie no es el de las películas precisamente.
Sus títulos de crédito son el mejor ejemplo de que la serie les va a ofrecer a sus espectadores lujo, belleza y poder, muy alejada de las tramas de brujería y religión que copan los CD cinematográficos
El dinero de la esponsorización de la serie permite atraer al mejor talento nigeriano, llegando incluso a atraer actores británicos (hijos de nigerianos en la diáspora), por lo que el nivel interpretativo no tiene nada que ver con los clips de las películas que les he mostrado. Y como muestra, un botón.
La entrada de dinero fresco y la concentración de talento que se produjo a partir del éxito de Tinsel han hecho que Nigeria entrara en una especie de edad de oro televisiva. Se producen sobre todo culebrones de lujo tipo Tinsel, pero también comedias de situación de 30 minutos para entretener al público con las gansadas de las familias o grupos de amigos, dentro de su cultura y tipo de humor.
Uno de los mejores ejemplos de ese tipo de comedias es la serie Squatterz, con una introducción por lo menos sorprendente por su nivel de calidad e incluso creatividad (eso sí, a la nigeriana):
Squatterz trata de la vida de tres universitarios que, recién graduados, reciben un apartamento de lujo gratis de su propietario y nos muestra sus dificultades para salir adelante en ese entorno de prosperidad cuando en el fondo son unos pelagatos. Nunca le he visto la mas mínima gracia, pero los nigerianos se parten el pecho con situaciones como las del vídeo
Por último, y para mostrar el carácter de centro audiovisual de la región, la casi totalidad de las series y películas de Ghana se producen dentro de Nollywood. Muchos técnicos y actores ghaneses trabajan en las producciones nigerianas para, una vez vuelven a su país, expandir el modelo nigeriano. Entre todas las series de Ghana, la más destacable sin ninguna duda es Jamestown Fisherman, que nos muestra en clave de comedia los problemas de un pescador para sacar adelante a su familia en el precioso barrio histórico de Jamestown, en el centro de Accra. Otro en ejemplo de lo que gusta en África:
Mi experiencia cinematográfica en Nollywood
Para acabar el artículo, les voy a explicar una delirante experiencia personal que tuve hace cinco años en un visita laboral a Abuja, la capital de Nigeria, pero ilustrativa del funcionamiento del país.
Me encontraba el domingo en mi hotel de lujo en el centro de Abuja, sin nada que hacer ese día debido a que casi todo el mundo está en la iglesia y, como ya os comentaba antes, no es muy recomendable aventurarse por las calles nigerianas solo y sin escolta.
Sentado en el lobby, se me acerca un señor que se identifica como Lancelot, un director de cine, y me pide si querría colaborar como figurante para dar un poco de diversidad racial a la clientela del bar del hotel donde iban a filmar varias escenas. Al no tener ningún plan para ese día, la propuesta me hizo una cierta gracia y el toque definitivo fue cuando me dijo que, como al resto de los figurantes, no iban a pagarnos con dinero… Pero sí nos llenarían el vaso de whisky para cada escena que rodáramos. Lógicamente, es fácil imaginarse que esto atrajo a todos los borrachuzos de la zona, que hicieron todo lo posible por “estar” en la película.
Mi papel era bien sencillo: estar sentado en la barra y hacer ver que hablaba con una chica de vida fácil cuando su chulo llega y se la lleva para hablar a solas, sin tener yo que decir ninguna palabra.
Las sorpresas llegan cuando, antes de empezar la filmación, el director procede a una bendición de casi dos minutos de todo el equipo y aparatos presentes. A continuación, llegó la ayudante de producción con una bolsa de plástico con tres botellas de whisky de la “prestigiosa” marca Campe, compradas en el chamizo de la esquina y que entrega al barman para escanciar a los figurantes.
Lancelot, el director, lee el guión a los actores y lo memorizan en ese momento. Después de un único ensayo, da la señal de acción (que en mi caso significa beber el whisky, lo cual me ahorraba tener que hablar) y toda la escena sucede a un metro de mi posición.
Sobra decir que en mi caso no había ni vestuario, ni peluquería ni maquillaje, solo cambiarme de sitio en el bar donde estaba y con la ropa que llevaba. El problema viene, como se pueden imaginar, con la repetición de las tomas desde diferentes planos y el creciente estado etílico de los figurantes, llegando alguno incluso a caerse del taburete por la tajada que había cogido.
En mi caso, después de probar el matarratas nigeriano que llamaban whisky, opté por rebajarlo con agua lo necesario para que solo tuviera el color, por lo que cuando me servían le pasaba la mitad a un colega que tenía detrás (con gran regocijo por su parte) y yo lo rellenaba con mi botella de agua. Estoy seguro de que van a adivinar quién fue el que se cayó del taburete tal y como antes mencionaba.
En dos horas filmaron seis escenas con varias tomas y ángulos a un ritmo trepidante, y al acabar se montó todo el equipo apelotonado en una furgoneta y se fueron a seguir filmando a otro lado. La verdad es que nunca he visto la película, ya que me dijeron el nombre en Yoruba y lo olvidé rápidamente. Buscando el director Lancelot, he descubierto que tiene más de 160 películas, por lo que no me voy a dedicar a buscarme a ver si salgo en alguna escena. Eso sí, la experiencia de ver un rodaje de Nollywood por dentro es el mejor regalo que me pudieron hacer.
Nollywood es un mundo apasionante para la gente que tenemos la curiosidad por bandera y espero que el artículo haya servido como una pequeña introducción para una zona del planeta completamente desconocida para nosotros desde todos los puntos de vista. De lo que estoy seguro es de que se pueden extraer algunas lecciones sobre las leyes del funcionamiento del mercado audiovisual que nos pueden ser útiles hasta a las sociedades más desarrolladas, ya que sus reglas y modelos no son ni mejores ni peores, sino solo muy diferentes.
Anexo
Si quieren ahondar más sobre Nollywood, en los últimos años se han rodado tres documentales llamados Welcome to Nollywood, This is Nollywood y Nollywood Babylon.
En concreto, Nollywood Babylon fue producido por la National Film Board of Canada y entre sus protagonistas está el anteriormente mencionado Lancelot Oduwa Imasuen. Aquí está el trailer del documental: