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Qué díficil debe ser hacer bien ‘Veneno’

Cristina en la presentación de su libro. (Fuente: Antena 3)

Entre los muchos proyectos de series españolas que se encuentran en producción, Veneno me obsesiona especialmente porque me parece que supone un reto tremendo de buscar matices. A priori, parece que un biopic sobre un personaje catódico desenfadado como fue Cristina Ortiz pudiera ser algo sencillo y que va muy en la línea de lo que han hecho hasta ahora los Javis (tanto Paquita Salas como La Llamada apuntan por momentos al melodrama aunque son esencialmente cómicas). Pero hay mucho más donde rascar.

Para contar la historia de La Veneno hay que bucear, por supuesto, en los momentos dolorosos de su biografía, empezando por cómo pasó una infancia cruel en una familia que no la comprendía, pasando por su llegada a Madrid donde se prostituyó en el Parque del Oeste y su salto a las televisiones. Pero sobre todo hay que entender quién era verdaderamente ella y qué sentía cuando se apagaban los focos. Es decir, que a poco que lo piensas la serie se antoja mucho más dura de lo que suena cuando oyes hablar de ella. “Una película de mi vida sería un drama, todo el mundo con una sábana en la mano”, le dijo a Héctor Alabadí de FormulaTV en una entrevista.

Está claro que lo que buscan los Javis, junto a Valeria Vegas (autora del libro Ni puta ni santa) y su equipo de guionistas, no es una recopilación de momentos conocidos de La Veneno, pero aún así me intriga mucho ver cómo encuentran la esencia del personaje real y lo llevan a la pantalla. En este tipo de ficciones se corre el peligro de mitificar a quien se representa y Cristina tiene tantas luces como sombras. Para empezar porque era una persona analfabeta y borrar eso, o tratar de poner en su boca un discurso que no tenía, sería un error. Eran los noventa cuando saltó a la fama y, si bien fue subversiva y aportó visibilidad al colectivo trans, la imagen que daba no siempre era la que muchas de sus compañeras hubieran deseado, daba declaraciones que escuchadas ahora resultarían bastante desafortunadas y, en el fondo, carecía de un discurso de género e identidad que hoy día la sociedad empieza a tener más claro.

Y ahí está el quid. En contar su verdad, su dolor, sus agallas, pero sin escribirla como lo que no fue. No queremos soliloquios puestos en su boca, pero sí que nos cuenten cómo, sin recursos ni económicos ni educativos, consiguió salir adelante y convertirse en una estrella. Y, de paso, que plantee el debate sobre si gente como Pepe Navarro la apoyaron o hacían caja a costa de ridiculizarla.

Por otro lado está la cuestión del final de la existencia de Cristina. Tras sacar su biografía en la que daba pistas de con qué importantes hombres se había acostado, aseguró que la querían matar. Y poco después murió en extrañas circunstancias. Un accidente según la versión oficial, la asesinaron según otras hipótesis. Cómo tratar ese último y peliagudo episodio es otro desafío (o tal vez una oportunidad) que no se puede esquivar, porque sin ese fatídico desenlace La Veneno no sería el icono que es. Yo deseo que les quede un obrón. ¡Digo!

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