Adiós, Rubius. (Fuente: Movistar+)
Como ya revelamos aquí mismo la pasada semana, la aventura de Virtual Hero se ha acabado. Movistar+ no hará más temporadas de la serie de animación inspirada en El Rubius, el youtuber con más seguidores de España. Sus aventuras, repartidas en dos entregas que suman un total de 18 episodios, compartían público objetivo con el cómic previo en el que se basan: son contenido para quien conoce a Rubius. No necesariamente para fans, pero sí para espectadores que hablen su idioma. Quizá por eso la serie tuviera una acogida tan tibia en los medios en el momento de su estreno, y quizá por eso la hayan cancelado.
Reconstruyamos el escenario. Es octubre de 2018 y uno de los altavoces más potentes de Internet a nivel mundial ha ideado, apadrina y protagoniza una serie de Movistar+. Los especialistas, no obstante, la reciben con bastantes reticencias. Excusas, en los mejores casos. Se habla de que el anime de Rubius es para un público demasiado joven y de que no todo el mundo entenderá sus referencias, pero el quid de la cuestión aguarda en una reflexión mucho más honda.
Alejandro G. Calvo, de SensaCine, da con la tecla: “Lo mejor de Virtual Hero es tratar de disfrutarla como si vieras un vídeo del propio Rubius”, apuntaba en su reseña en vídeo. El crítico subrayaba en 2018 que el youtuber, a pesar de no haber escrito ni diseñado nada, era dueño de la idea original y consultor creativo y regalaba a la voz del protagonista “todos sus tics, que son muy, muy conocidos para los que se manejen en este ámbito”. Aunque visiblemente preocupado por las posibilidades de Rubius de triunfar jugando fuera de casa, Calvo dejaba caer que “Movistar busca que no sea un producto de consumo que se queme aprovechando la fama de Rubius y ya está. Tiene una ambición artística superior”.
Otro periodista, Pere Solà Gimferrer, de La Vanguardia, disparaba en una dirección similar: “Mientras que en su rueda de presentación en el Festival de Sitges, El Rubius dijo que quería que Virtual Hero fuera como Dragon Ball para una nueva generación de jóvenes, la realidad es que funciona mucho mejor como ejercicio meta-audiovisual sobre su persona”. El plumilla utilizaba además un término especialmente divertido para caracterizar esta retroalimentación formal y temática de la imaginería del joven creador: onanismo. Gimferrer hablaba en buenos términos de un cierto “locus amoenus friki” y subrayaba que “es imposible pensar en esta producción como una aventura separada de sus proyectos paralelos y de su persona”.
Que esto no conduzca a confusión: los relativos elogios de estos dos críticos fueron la excepción a una tónica general decepcionada o poco interesada. Al otro lado del espectro, críticas furibundas como la de Albertini para Espinof, donde se hablaba de “un fanzine animado sin ningún tipo de pretensión y de nula calidad” apto solo para incondicionales del youtuber. Si se observa a dichos incondicionales cambia el cuento: en Filmaffinity, por escoger una muestra cuantitativa de la recepción cinéfila, la serie tiene apenas 400 votos que la dejan con un cuatro raspado, un suspenso; sin embargo, el cuarto episodio de la primera temporada, que el youtuber colgó en su canal (su verdadero terreno) para promocionar el estreno de la serie, cuenta 11 millones de visitas y otro millón de likes.
Como serie, Virtual Hero tiene alguna que otra virtud. Yo mismo destaqué en un viejo texto cómo la serie utilizaba El libro de las sombras, la canción de Mägo de Oz, para operar el trasvase de un concepto tan extranjero como la secuencia de apertura de anime u opening a la ficción nacional, por ejemplo. Pero como producto de El Rubius, lo tiene todo. Su premisa, la de un joven atrapado en un mundo de videojuego, que algunos relacionaron con la de Ready Player One y que es en realidad una idea copiada de Sword Art Online (anime que a su vez fusiló la trama de .hack), no es sino otro puente tendido hacia los millones de usuarios que visitan sus gameplays a diario.
Desde un artículo de opinión en The New York Times, significativamente alejado del nicho de la crítica, el escritor Jorge Carrión subía la apuesta: “El videojuego se ha convertido en el producto cultural más importante de nuestra época, en términos creativos, económicos y de impacto. Y YouTube es su principal fuente de energía y de comentarios. […] El modelo de acumulación que propone y alienta YouTube tiene una particularidad: es válido sobre todo en el interior de la red social. Por eso se pueden ver en el canal del Rubius tanto el documental sobre su vida como el cuarto capítulo de su serie”.
Según argumentaba Carrión, es “difícil encontrar ejemplos de vídeos producidos por un yutubero que puedan influir o interesar fuera de su marco de recepción por excelencia, YouTube”. En ese caso, tanto la serie como el cómic en que se basa deberían verse como esfuerzos multitudinarios que superan la individualidad del autor para expandir ese universo de Internet a otras áreas de rentabilidad. No obstante, algo de ese lenguaje ininteligible fuera de YouTube persistió en la ficción de Movistar+, y por eso es más probable no entenderla que no apreciarla.
(Fuente: Movistar+)
Estilemas ajenos
Si se la revisa ahora, Virtual Hero resulta verdaderamente marciana. Congelar la acción para imitar un meme, codificar un chiste en base a las mecánicas de un videojuego real o utilizar “fuck”, en inglés, como interjección de asombro son estilemas a menudo ajenos a la crítica de televisión, pero solo el pan de cada día para cualquier consumidor asiduo de contenido sobre videojuegos en YouTube. Si se tiene la sensación de que Virtual Hero fue un fracaso, probablemente se esté consultando al sector equivocado. La barrera es real, tanto como que el telediario de la cadena que emitirá Top Gamers Academy, un reality que contará con la participación de Rubius y que se verá en Neox y Twitch, escribió mal la palabra gamers en uno de sus rótulos al promocionarlo.
A pesar de haber repetido hasta la saciedad que el cómic y el anime de Virtual Hero eran indudablemente los hitos de su carrera de los que se sentía más orgulloso, El Rubius lloró en directo hace unos días mientras revisaba junto a sus suscriptores un vídeo antiguo en el que repasaba el año 2015, repleto de juergas, sketches, videojuegos y festivales de música. Entre lágrimas, el veinteañero rogaba a sus fans que separaran el grano de la paja: “Si algún día muero, quiero que me recordéis con este vídeo”. Apenas hay ni rastro de la cultura de la imprenta en esa ojeada a la productividad de aquel año remoto: todo eran retransmisiones, quedadas, selfies, memes. Rubius no paraba de llorar mientras despedía a los que lo acompañaban hasta el día siguiente. Lo vieron 300 000 personas.
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