Archie y Verónica, en ‘Riverdale’. (Fuente: Movistar+)
No hay buenos y malos seriéfilos. Ser fan de una serie y trasladar tu afición a ilustraciones, historias de ficción y otros modos de expresión artística no es “ser un friki”, si entendemos “friki” de la manera despectiva con la que se utiliza a veces: los seriéfilos “serios” no hacen esas cosas.
Se ven varias veces el capítulo The suitcase de Mad Men, diseccionan sus planos analizando la dinámica cambiante de poder entre Don y Peggy y hasta pueden escribir disertaciones casi académicas sobre las connotaciones sociales de aquella “¡para eso es el dinero!” de Don. Dios les libre de especular con la química y la tensión que se desarrolla entre Don y Peggy e imaginar que, tal vez, esa larga noche de trabajo, confidencias, reproches y conexión muy personal puede tener una capa romántica. Eso no lo hacen los buenos fans, los que deben ser tomados en cuenta a la hora de hablar de series.
¿Por qué no? ¿Por qué una reacción a la misma escena entre Don y Peggy en un diner es más válida que la otra? Spoiler: no lo es.
El shipping, o el carpeteo, que es como se llamaría esa visión romántica de la relación entre Don y Peggy, es un elemento del visionado de series que puede desvelar tantas facetas interesantes de las ficciones como un análisis socioeconómico. Y, además, revela todavía más cosas de quienes ven la serie de esa manera. Porque, ¿qué hay detrás del shipping, de la carpeta?
Waverly y Nicole, la pareja con más fans en ‘Wynonna Earp’. (Fuente: Syfy)
Sería reduccionista, y hasta ofensivo, creer que los shippers son amas de casa aburridas que buscan algo de picante en su día a día entregándose a la ficción, como si fueran Mia Farrow en La rosa púrpura del Cairo. El shipping más intenso suele ocurrir entre personajes del mismo género; es habitual que se apoyen parejas y relaciones amorosas que se salen de lo heteronormativo. Puede haber fans de una ficticia relación de poliamor entre Betty, Verónica y Archie (y los hay) en Riverdale que la prefieran a cualquier otra pareja posible en ese triángulo. La razón no es sólo la química que haya entre los personajes, palpable, sino la sensación de que esos fans están viendo en pantalla una parte de su identidad y de su realidad que, habitualmente, está invisibilizada.
Cuando la visibilidad LGBT de las series se encuentra en “fanvideos” de YouTube
Por el día del Orgullo, recordamos muchas tramas homosexuales de series que llegan a su público gracias a la plataforma…fueradeseries.com
Por eso, en parte, muchos shippers son mujeres. Las ficciones, tradicionalmente, no se hacen con sus puntos de vista como algo prioritario (aunque es algo que está cambiando). Todavía es noticiable que una serie tenga protagonistas femeninas que no estén definidas de manera principal por su relación con un hombre. Y no hablemos ya de los puntos de vista de las mujeres lesbianas, bisexuales, transgénero o de género fluido. Esa comunidad está ávida de verse reflejada en la ficción y, sobre todo, de que los retratos que se hacen de ella no sean reduccionistas y acaben encaminados a la tragedia (la ya infame tendencia del bury your gays). Personajes como Clarke en Los 100, Waverly y Nicole en Wynonna Earp, la doctora Callie Torres en Anatomía de Grey o el reparto femenino de Pose son importantes porque ofrecen representación, posibilidad de identificación, un sentimiento de validación y de comunidad. Quizás por primera vez en mucho tiempo te ves reflejado en televisión y eso te hace sentirte menos solo.
Detrás, por ejemplo, del intenso shipping en redes sociales de dos concursantes femeninas bisexuales en Operación Triunfo se encuentran todos esos asuntos. Una parte importante de la audiencia se reconoce en dos chicas que participan en un talent show en la televisión pública, y eso es un paso muy relevante.
Cuando se habla de la importancia de la diversidad y la representación de todo tipo en la ficción es ese componente de identificación al que nos referimos. Y la identificación se hace, en ocasiones, a través de potenciales emparejamientos románticos que abren los ojos, por ejemplo, a jóvenes que están sufriendo porque están descubriendo unos sentimientos que no entienden y los sitúa ante una realidad que les facilita ponerle nombre a esas emociones, a esa identidad. Les hace sentirse parte de una comunidad.