La historia de la cocinera Clara y el duque de Castamar ha llegado a su desenlace y lo ha hecho con un final feliz. Tras doce episodios La Cocinera de Castamar, la producción que nos ha sumergido en el siglo XVIII se ha convertido en la serie más vista de la temporada, con más de dos millones de espectadores entre la emisión lineal y en diferido, cifras a las que hay que sumar la acogida que la serie tuvo en la plataforma de Atresplayer, donde Atresmedia señala que tuvo un excelente seguimiento, y también que se ha colado en los tops de Netflix.
Entre las responsables de este merecido éxito se encuentra Tatiana Rodríguez Vázquez, coordinadora del guion de la producción y encargada de adaptar la novela de Fernando J. Múñez. Tras debutar en Compañeros y trabajar en producciones como La otra mirada, Sin identidad o Mentiras entre otras ficciones, la guionista gallega reconoce que cuando le propusieron el reto de la adaptación «me apetecía un montón, es muy atractiva, (la historia) tiene un elemento entre Las amistades peligrosas y Como agua para chocolate, o al menos yo lo viví así, y la adaptación tratamos de enfocarla de ese modo».
Junto a Ramón Tarrés, Arantxa Cuesta, Víctor Pedreira y Camino López transformaron el lenguaje literario en una serie de televisión. Y el guion no estuvo exento de retos. «La novela era muy descriptiva», explica Rodríguez al teléfono, «estaba muy bien pero había mucho discurso interno en los personajes, mucho de su pasado que no estaba contado, solo insinuado», lo cual que les obligó a hacer «un esfuerzo por traernos el mayor número de conflictos y de historia que íbamos a contar a la actualidad». Un proceso con el que reconoce que «disfruté mucho, aunque tendrías que ver cómo tengo la novela».
Por fin juntos
La guionista reconoce que, a pesar de que «la cadena quería desde el principio» que Clara y Diego «fuesen una pareja» y se encontraron con dificultades para «relacionarlos de una manera orgánica», también «hubo un momento en el que nos planteamos que no acabasen juntos». «Pero al final», añade, «hay una cosa de factor romántico y de historia de amor clásica y que no acabasen juntos era un final muy triste».
«Nuestro gran reto», reconoce, «era cómo hacerlo un poco diferente porque todo el mundo esperaba que acabasen juntos. Y el gran dilema fue también quién renunciaba» a su vida, ya que la relación que tanto anhelan los personajes de Michelle Jenner y Roberto Enríquez estaba simplemente prohibida. Rodríguez no tiene problemas a la hora de reconocer que «no queríamos que la que renunciase fuese Clara» pero por una buena razón: «nos parecía que era traicionar al personaje». Para la guionista, la cocinera es «una mujer que prefiere su formación y ser cocinera a casarse» pero en el libro «acaba casándose y renunciando a cocinar» que era una de «las cosas contra las que nos revelábamos».
Aquellos que conocen la novela en la que se basa y han disfrutado de la serie habrán encontrado numerosas diferencias entre ambas historias, además de su desenlace. Como por ejemplo, tal y como apunta Tatiana, que «en la novela no estaban juntos nunca. Se carteaban, él le regalaba libros de cocina y ella le dejaba notas de agradecimiento.» «Nosotros», explica, «intentábamos que se viesen y que tuviesen algo de relación, de salseo. Conseguir que se diesen un beso o se tocasen nos costaba muchísimo.»
La guionista reconoce cuando se imaginaba la serie hecha realidad «lo haces a lo grande» y para ella «fue una grata sorpresa cuando vi las imágenes y seguían siendo así.» Aunque respecto a la escena final reconoce que «en guion yo lo veía más fuegos artificiales y más épico el ‘se va a por ella y acaban juntos’. Pero es verdad que viéndolo acaba con el beso en la boda y ya está.» «En el guion», explica, «estaba parecido a lo que vemos, y un poco por tiempos de rodaje, ya no de dinero, salió así. Pero no había mucho más, así que quizá sobre el papel daba una sensación más épica.»
Clara y Diego desde la novela
A pesar de que valoraron que no tuviese un final feliz, cualquier espectador pudo imaginarse cómo acabaría La cocinera de Castamar, porque los mimbres para una historia de amor estaban ahí. Y lo estaban tan claramente que Rodríguez reconoce que su trabajo en la sala de guionistas era poner «obstáculos para hacerla lo más potente posible» porque «en la novela en las 100 primera páginas ya estaban enamorados».
Para dosificar el romance relacionaron «el gran conflicto que tenía ella», su agorafobia, «y el descubrimiento de que su padre estaba vivo y que todo lo que pasa después estuviese también relacionado con su historia con Diego». Pero también lo vincularon a su relación con la comida, para que «de alguna manera Clara influyese en la casa a través de sus platos, darle ese toque de Como agua para chocolate, que hubiese magia con eso y que su llegada a la casa influyese en otros personajes.» Y muy especialmente en Diego.
«Desde el momento en el que aparece Clara», explica Rodríguez, el duque de Castamar «empieza a tener sensibilidad con otros temas, con otras personas y con las cosas que suceden». Aunque antes el personaje de Enríquez ya era «un humanista de verdad», un noble moderno que a algunos espectadores puede parecerles demasiado cercano. «En general lo que quedó», explica Rodríguez tras señalar que en la novela el personaje transita entre lo que iba a ser la Ilustración y el humanismo inculcado por su padre, «es un hombre más abierto para su época y menos autoritario, dentro de que fuese duque.»
¿Y si hubiese una segunda temporada?
Como a quien escribe esto la escena final le ha sabido a poco y también tenía la esperanza de haber visto más a Clara y Diego enamorados, y viviendo sin preocuparse por el qué dirán, resulta inevitable preguntarse si esto en realidad solo ha sido un aperitivo y, más allá de la novela, habrá una segunda temporada. Algo que Rodríguez no tiene problemas en imaginarse. «En algún momento», explica, «tendrían que tener algún obstáculo, pero si viésemos un poco de su futuro próximo o los siguientes años (al comienzo del romance) ahí el gran crecimiento de inicio es el de Clara. Tiene que tener un proyecto, seguir haciendo algo moderno para las mujeres de la época, que siga cocinando y consiga ganarse la vida con eso porque él ya no es Duque.» «Ahí el que está apoyando el proyecto de Clara sí que pensamos que tiene que ser Diego», señala.
La guionista apunta además que, tras la renuncia del duque, la pareja «no tendría los ingresos anuales de la corona ni tampoco lo que le pagan los campesinos.» Y prosigue: «En algún momento nos plantearíamos que perdiese Castamar, pero la casa sería de su familia y le habría dejado una renta a su madre y a su hermano porque no les va a dejar tirados.» Aunque Rodríguez tampoco descarta «un nuevo obstáculo, porque seguramente alguien necesite a Diego y él tenga que volver a elegir, de alguna manera.» O incluso que alguien que ya conocemos y que tiene «dinero o poder» regrese «para manipular a esa familia».
‘La cocinera de Castamar’ está disponible en Atresplayer Premium y Netflix.