‘The Boys’ adapta el cómic de Garth Ennis. (Fuente: Amazon)
Hay cosas que uno siente en el aire. No se está seguro de tendencias como esta hasta que se las mira con las gafas de la distancia histórica, pero podemos arriesgarnos: nuestros superhéroes se están yendo al garete. Los de las series, para ser exactos.
Últimamente, las series sobre justicieros potenciados inciden cada vez más en la anomalía (por el momento; pronto lo raro será lo contrario) que genera la crueldad, la avaricia, la torpeza o la misma estupidez en estos perfiles. Incluso, España tendrá su propia encarnación de este arquetipo en El vecino, serie de superhéroes que Netflix guarda para 2020. Dieron un paso atrás los superhéroes “de toda la vida”; y mucho cuidado con esa categorización, pues el tejido ideológico-cultural extendido alrededor de estos pseudomitos es amplio y muy complejo. La ficción televisiva superheroica apunta cada vez más en esta dirección (no significa que sea la dominante): salvadores corruptos, autocomplacientes o abiertamente idiotas.
Es una evolución maravillosa, pero no es nueva. A muy grandes rasgos, el medio materno del superhéroe, el cómic, ya ha vivido cambios parecidos. En los 70, a punto de quebrarse el Comics Code Authority, el género empezó a madurar (véase el Harry Osborn drogadicto), pero el Joker aún encañonaba a Batman con dos merluzas. Fueron los 80 los que, de la mano de autores como Alan Moore o Frank Miller, revolucionaron el género e introdujeron la pregunta de si un justiciero enmascarado podía ser también un fascista. Por no hablar de problemas psicológicos, ataques de ego…
Las obras cumbre de esa renovación, sin embargo, se movían en un sentido más oscuro o existencialista que el macarrismo que parece mover las series de superhéroes más recientes.
Las ‘dos grandes’ frente a las independientes
El Arrowverso representa la visión más tradicional del héroe en televisión. (Fuente: The CW)
Existe cierto patrón (imperfecto, claro, pues este artículo es tan tentativo como la actualidad obliga). Y, sin embargo, parece cumplirse en una visión general. Las series del fallecido universo Marvel-Netflix tendían hacia una heroicidad más tradicional (con la excepción, apunta Marina Such, de Jessica Jones, aunque afirma que la suya es una serie detectivesca noir que no responde a las mismas reglas). Y algo similar ocurría con DC y su estandarte televisivo, el llamado Arrowverso, con series como The Flash o la propia Arrow (recordemos, oscuro no equivale a cafre) manteniéndose más o menos convencionales.
Hay, por tanto, cierta unanimidad entre las series de las que, casualmente, son las dos editoriales de superhéroes hegemónicas en lo tocante a avanzar en una dirección común y segura. Puede que Legends of Tomorrow se desviase algo de la teoría, y no contamos con esa aberración de la norma que es Legión; sin embargo, podemos tener por seguro que las series de Marvel Studios por venir, insertadas por fin en el MCU, traerán consigo un aluvión de conservadurismo en clave de aventura familiar, como sus hermanas mayores cinematográficas, que sepultará esas pequeñas briznas de hierba.
¿Prolifera la marginalidad, entonces, en los personajes ajenos a los dos grandes publishers? Pues parece que sí, que las historias salidas de las editoriales menos centrales son las que empujan al género en la TV a avanzar en esta peculiar dirección. Son ejemplos recientes las series basadas en los cómics Doom Patrol (DC Universe sobre un cómic de DC/Vertigo, pero sin duda un caso aparte dentro de las historias del canon de la editorial), The Umbrella Academy (Netflix sobre cómic de Dark Horse) o la más novedosa The Boys (Prime Video sobre cómic de Wildstorm/Dynamite).
‘The Boys’, un nuevo sheriff (pervertido) en la ciudad
Esta última, estrenada en la plataforma a finales de julio, llega con la apuesta más fuerte de todas: los superhéroes no son solo zoquetes, sino violadores, drogadictos y asesinos a los pies de las corporaciones de merchandising, que se forran con películas y parques temáticos. Los supuestos protectores de The Boys, además, no tienen la inquina escrita únicamente en sus líneas de guion: antes de abrir la boca, las poses megalómanas y el relleno en el paquete los exponen.
También hablaba Alberto Rey hace unos meses de una “contradicción existencial” como rasgo de los personajes de Marflix, a la moda del Spider-Man clásico: es una bella persona y un superhumano, y aun así la gente lo odia. Y, sin embargo, el juego al que parece que nos abocamos es el contrario: enmascarados que gozan de reconocimiento y agencia (de capital social, en definitiva) y dudamos de que se lo merezcan. La cuestión aquí es qué consigue verdaderamente The Boys, pues una representación tan radical de los justicieros tiende a caer en la caricatura: al final, los malos son tan, tan, tan malos que no conciencian de nada.
Entra en juego entonces Starlight, o Annie, una chica que acaba de ser admitida en Los Siete, el supergrupo de mayor reconocimiento. En su discurso de casting para el puesto, ni más ni menos, desata una pregunta reveladora: “¿Desde cuándo la esperanza y la ingenuidad han pasado a ser lo mismo?” Parece que, a través de este personaje (violada por uno de los héroes nada más llegar al cuartel general), una serie tan extrema en el sentido que tratamos en este artículo se convierte paradójicamente en un espacio para la reivindicación de las series anteriores, las clásicas, con héroes luminosos y una justicia utópica. Sea como sea, está claro que la serie de Amazon lidera la carga. ¿O no?
El fin de un ciclo
Irónicamente, lo único que hay por encima de esta vanguardia en la reformulación del superhéroe que es The Boys, es el origen. De repente, con un movimiento circular, la evolución en las series de superhéroes encuentra un punto y aparte en su hito pasado: llega Watchmen. En octubre, HBO estrenará la adaptación del legendario cómic a cargo de Damon Lindelof, y los primeros vistazos nos avisan de grandes reformas.
Si los vigilantes del cómic de Alan Moore y Dave Gibbons eran instrumentos del estado decadentes, ahora son auténticos policías que toman las máscaras y se convierten en paramilitares. Si antes Batman era poco ortodoxo, ahora el sosias de Superman de The Boys se forra vendiendo camisetas con su cara. Si no se rinden cuentas, un protector es la peor amenaza. Podría cerrar de forma innovadora, pero me niego. De eso va este juego, de voltear el género una y otra vez; de escoger la vía del cambio para volver a la casilla inicial; de romper clichés y construir otros en el proceso. Así que me refugio en la manida cita de Moore: ¿Quién vigila a los vigilantes?
El nuevo trailer de ‘Watchmen’ está lleno de guiños al cómic
La adaptación de HBO del cómic de Alan Moore y Dave Gibbons viene con la misma pregunta: ¿Quién vigila a los…fueradeseries.com