Supergirl se atreve con cualquier tema. (Fuente: HBO España)
Supergirl tiene un plan más allá de salvar el mundo y evitar que el villano o villanas de turno se carguen el planeta que la acogió cuando solo era una niña. Sus guionistas siembran cada temporada de mensajes nada ocultos, muy pegados a la actualidad o de fuerte calado social que invitan a pensar, aunque solo sea un rato, en ellos. En algunos, toman posiciones. En otros, simplemente dejan patente la crudeza de los mismos. El Alzheimer, la conciliación, el fanatismo religioso, la adopción, el racismo… Todos están presentes en la tercera temporada de Supergirl, que esta semana echa el cierre y que en España puede verse en HBO.
Durante la segunda tanda de episodios de la serie protagonizada por Melissa Benoist, su primera en The CW, el tema de los refugiados sobrevoló la trama central. Esta temporada han sido los distintos tipos de familia y el fanatismo religioso. La familia que se es, que se fue y la que les gustaría ser a cada uno de ellos. Y junto a este catálogo familiar, la religión convertida en fanatismo usada como excusa para destruir al prójimo y todos esos otros asuntos que están relacionados con estos, o no, pero que convierten a Supergirl en una serie que se atreve con todo y que trasciende los superheroico.
La familia
Sam Arias y su hija Ruby, nuevos personajes de la tercera temporada. (Fuente: The CW)
El de la familia es un tema que siempre ha estado presente en el universo de National City. Sin embargo, ha sido en esta tercera temporada cuando se ha abierto aún más el abanico de posibilidades que ofrece con la llegada de las chicas Arias (Samantha y Ruby) y sus problemas, unidos al deseo de Alex Danvers de convertirse en madre. Estas ganas de descendencia de la hermana de Kara han dado pie a trazar las primeras líneas de un tema tan complejo como la adopción, que todo apunta a que se desarrollará en la siguiente tanda de episodios.
No hay familia tradicional, entendiendo como tales las compuestas por padre, madre e hijos, en Supergirl. Y no las hay porque la sociedad ha cambiado y la inclusión es uno de los grandes valores de esta serie. Esta temporada ha sido un auténtico expositor de tipos de familia y de tipos de relaciones entre padres/madres e hijos/hijas. Desde la de una madre soltera que saca adelante a su hija sola, y llega a convertirse en jefa de una gran empresa, a la de ese hijo abandonado por una madre que lo dejó en brazos de un chiflado con tendencia a las bromas mortales.
Relaciones de amor, rencor y perdón marcadas por los reencuentros. El de Winn y Kara con sus madres. El de Maggie y J’onn J’onzz con sus respectivos padres. Unos salieron mejor que otros, eso sí.
La conciliación
En medio de todo ese entramado familiar, con o sin lazos sanguíneos, se cuela, era casi inevitable que lo hiciese, el asunto de la conciliación. Lo hace de manera tangencial y personificado en Ruby y Samantha. La escena del episodio cuatro en la que la primera se queda dormida en el sofá de la oficina de su madre, mientras esta apaga un fuego empresarial, es una imagen tremendamente potente que representa los problemas reales de aunar una carrera profesional plena con el cuidado de los hijos. Algo que ya se había tratado con Cat Grant y sus retoños con anterioridad y mucho más mensaje.
“Me siento la peor madre del mundo”, le dice Sam a Lena, que argumenta que ella sí que ha tenido a una de las peores madres del mundo e intenta quitarle hierro al asunto diciendo que Ruby sabe lo que la quiere y lo entiende. En realidad, no. Los niños no comprenden que sus padres opten por trabajar en lugar de jugar con ellos o ayudarles a practicar la actuación del colegio. Y, con eso, con lidiar con el tema de la conciliación, Sam tiene sus más y sus menos. Lo de ser madre soltera no ayuda. Como tampoco el albergar en su interior a una destructora de mundos empeñada en arrasar la Tierra y a los terrícolas con ella.
El fanatismo religioso
Está presente a lo largo de toda la temporada y es el hilo conductor de la lucha entre el bien y el mal a la que debe enfrentarse en esta ocasión Supergirl para salvar el planeta de su completa destrucción. La chispa prende en el cuarto episodio, cuando se descubre que Colville, el fundador de una suerte de nueva religión que adora a Kara Zor-El, viajaba a bordo del mismo avión que esta salvó en el arranque de la serie para evitar la muerte de su hermana. La vio desde la ventanilla y así germinó su adoración por esa ‘diosa’ venida del espacio.
El culto se convierte en fanatismo. Este necesita ser alimentado para sobrevivir, llegando a un punto que lo mismo da quién sea el objeto de adoración. Colville no es más que un fanático que, descreído de Supergirl, se entrega a los pies de Reign y de las que vienen después. Con los fanáticos es difícil negociar y razonar. Están dispuestos a todo, hasta a entregar la Tierra a unas diosas oscuras con la promesa de un futuro mejor. Para ellas y los suyos, claro. No para los terrícolas, que ya estaban allí antes y han de ser sometidos y aniquilados.
El Alzheimer
Esta es una de las cuestiones más duras que se abordan esta temporada y tiene a J’onn J’onzz y su padre, M’yrnn, como protagonistas. Su historia es tan cruel como la propia enfermedad. Después de siglos pensando que se habían perdido el uno al otro se reencuentran y fundan un nuevo hogar. Es entonces cuando M’yrnn empieza a dar muestras de la enfermedad que le acecha. La primera en leer esas señales es Alex, en una cena con los J’onzz en su nueva casa durante el capítulo 14. Como ella dice, su abuela fue víctima del Alzheimer y sabe por lo que su nuevo amigo está pasando.
Primero se olvidan palabras, pequeñas cosas, hasta que se acaba por olvidar a las personas, le dice Alex al padre de J’onn. En Marte lo llaman Za-Alet. Aunque el nombre es lo de menos. Una de las enfermedades más terribles que existen -no tiene vuelta atrás- se cuela en Supergirl y lo hace lentamente, carcomiendo los recuerdos del enfermo y haciendo sufrir a quienes le rodean, viendo como se va apagando y perdiéndose a sí mismo, como llega a decir M’yrnn.
El ‘recadito’ a Trump
No podía faltar. Supergirl es una de esas series en las que la actualidad social e incluso política no pasa desapercibida y sus guionistas se permiten mandar algún que otro ‘recadito’ directo a los grandes líderes mundiales si lo ven oportuno. La referencia al muro que Donald Trump ha mandado construir para impedir la entrada de inmigrantes es el dardo más claro. Y lo incluyen en medio de una conversación de lo más trascendental entre Maggie y su padre en la que se tocan aspectos tan complejos como el racismo y la homofobia.
Ocurre en el tercer episodio, cuando el señor Rodas se larga de la fiesta de compromiso de su hija con Alex. No soporta la idea de que esté con una chica y le suelta todo un discurso sobre lo duro que trabajó desde que era niño y cómo tuvo que aguantar todo tipo de humillaciones hasta ganarse el respeto de su comunidad. Algo que aguantó para que sus hijos no tuviesen que enfrentarse a ese odio. Maggie le dice que vale, que sí, pero que el mundo es ahora diferente. Percepción que el señor Rodas no comparte: “están construyendo un muro para que no entremos. En su cabeza somos violadores y asesinos. Lo único que odian más que un mexicano es a un homosexual”.
El racismo
El racismo es un tema recurrente en cada temporada de Supergirl, que se ve reflejado ya sea por acciones o vía conversación. El discurso antes mencionado del padre de Maggiesobre lo duro que fue llegar a Estados Unidos y ser respetado es un ejemplo. Como lo es también la mención que el padre de J’onn hace a la historia del Rock ’n’ Roll durante la cena del episodio 14 y que sirve como preámbulo para hablar del color de piel de él y su hijo y lo que eso significa. Dice M’yrnn que “muchos de los pioneros del Rock ’n’ Roll fueron humanos de color que no recibieron la fama y la fortuna que sus contrapartidas blancas sí”.
Alex le pregunta si ha tenido muchos problemas por su forma humana y señala le hecho de que su amigo y mentor, habiendo podido elegir cualquier aspecto para adaptarse a la vida en la Tierra, eligió “vivir como un hombre negro en América, lo que ya de por sí es bastante duro”. J’onn lo tiene claro: “no quiero vivir en un mundo en el que tengo que cambiar mi piel para estar a salvo, para sentirme apreciado y no ser una víctima. Prefiero cambiar el mundo”.
Un discurso lleno de positivismo que contrasta con el de James Olsen cuando analiza ante Lena Luthor su dilema sobre revelar su identidad como Guardian. Lo que teme es el rechazo al comprobar que el héroe al que aplauden es negro. En el capítulo 19, con alguna que otra lágrima cayéndole por las mejillas, recuerda que la primera vez que le esposaron tenía solo siete años. Unos policías le detuvieron junto a sus primos al sospechar de ellos en un hotel en el que se alojaban. “El racismo es la forma más antigua de acoso”, sentencia el fotógrafo metido a vigilante, quien reconoce que siendo Guardian es la primera vez que le juzgan por sus acciones y no por su color de piel.
El control de las armas
En su recta final, Supergirl ha sorprendido remangándose hasta el codo y metiéndose de lleno en un asunto tan complejo y polémico como es el control de las armas. No es fácil abordarlo y aquí lo hacen de una manera bastante inteligente, dejando claro cuál es su postura e intentando plantear una posible solución. El crimen episódico del capítulo 21, el antepenúltimo de la temporada, tiene que ver con la venta de armas a civiles por parte de un contratista del DEO.
En medio de ese caso por resolver, Lena y James -personaje al que por fin parecen haber encontrado un propósito en la serie, poniendo en su boca algunos de los discursos más pegados a la actualidad- mantienen una breve conversación en la que intercambian posturas sobre las armas. “Nunca he comprendido el argumento de que el derecho de alguien a tener armas de asalto es más importante que el derecho de ir al colegio sin miedo. (…) ¿No me digas que eres una de esas personas que cree que tener un arma hace que todos estén a salvo?” Le dice él a ella, que, efectivamente, está a favor.
Eso sí, como la confrontación no es lo suyo, saldan el asunto con un “bien, podemos conseguir mucho si nos escuchamos unos a otros” y un ‘vamos a comernos esta pizza’. Lo que parece un simple apunte sin más, que se queda sin la profundidad que requiere el tema, salta de lleno al seno del DEO dejando en manos de J’onn J’onzz la difícil tarea de encontrar una solución, que no es otra que la de eliminar sus armas letales y sustituirlas por otras creadas por Wynn. Su argumento es predicar con el ejemplo y dar el primer paso para buscar una solución. Aunque no está claro que vaya a ser esta, visto lo visto en el penúltimo episodio. Otro trauma que sumarle a Wynn.
El final de la tercera temporada de ‘Supergirl’ estará disponible mañana en HBO España.