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‘Billions’ es una serie sobre poder y no lo ejerce mediante el sexo

Imagen promocional de la cuarta temporada de ‘Billions’. (Fuente: Showtime)

Billions tenía desde su inicio todos los ingredientes para la receta de la serie que yo podría detestar. Llegó a Showtime en 2016, en un momento en el que parecía que ya habíamos dejado atrás la era de las historias protagonizadas por antihéroes, y sus protagonistas eran dos señores blancos con un alto nivel de vida (uno de ellos, multimillonario), inmersos en una lucha de egos para demostrar quien la tenía… Quién tenía más poder que el otro.

Contra todo pronóstico, seguí viéndola. Disfrutaba muchísimo la batalla dialéctica shakesperiana entre Damian Lewis y Paul Giamatti, aunque cuando estaban cara a cara parecía que ponían en práctica los consejos que le dio Gary Oldman a Joey en aquel episodio de Friends: “La vocalización es lo que define a un buen actor. Y cuando vocalizas, escupes”. Los diálogos de Billions hacen malabares sobre la línea que bordea el ridículo, pero son profundamente entretenidos.

No fue esa la principal razón para seguir asistiendo puntualmente a la cita semanal con la serie, fueron otras dos y tenían nombres propios: Wendy y Lara, dos mujeres dueñas de su propia narrativa, ambiciosas y de moral ambigua, a quienes los dos señores de la serie respetaban y les dejaban ver sus vulnerabilidades. Para el primer episodio de la segunda temporada, Billions incorporó el personaje de Taylor, de género no binario, como Asia Kate Dillon, la persona que lo interpreta. Taylor tiene una mente privilegiada y se ha convertido en un personaje central de la serie.

Asia Kate Dillon es Taylor en ‘Billions’. (Fuente: Showtime)

La llegada de Taylor fue una declaración de intenciones por parte de Brian Koppelman y David Levien, los creadores, que decidieron apostar a partir de ese momento por dejar a un lado los vicios y clichés de una serie de cable que enseña pezones sin pixelar porque puede. No olvidemos que, solo en los tres primeros episodios de la primera temporada, hay una escena de bondage con lluvia dorada (con ella empieza la serie), sexo lésbico, sala de masajes con final feliz y sexo en una piscina a plena luz del día.

A pesar de una primera temporada indulgente en ese sentido, me llama la atención que el sexo en Billions muchas veces suele ocurrir fuera de plano. Un ejemplo es el del primer episodio de la tercera temporada, en el que llega a casa de Bobby una mujer que entendemos que va a cumplir un servicio sexual porque él le pregunta si quiere cenar. “¿Necesitamos hacer eso?”, dice antes de que ella sonría y lo guíe hacia las escaleras.

Billions no está dirigida con male gaze. Ni siquiera en una escena como la del final del episodio Not You, Mr. Dake (3×07), en la que a Bobby le organizan una fiesta en la que solo hay mujeres, tres de ellas esperándolo desnudas en un jacuzzi. Cuando él entra, y todo parece apuntar que se va a unir a la fiesta pasiva o activamente, la cámara las desenfoca y encuadra el rostro de él en primer plano y preocupado por otros asuntos.

Esta reflexión surgió después de ver el último episodio emitido hasta ahora (Arousal Template, 4×02). La escena en concreto muestra a Bobby conversando con una mujer que es su igual a nivel profesional, y es eso precisamente lo que los hace sentirse atraídos. La edición corta a una escena de sexo entre ellos, que dura solo diez segundos, y en cinco de ellos la cámara mantiene un plano general. No se ve ningún cuerpo desnudo.

A pesar de ser una serie protagonizada por dos varones poderosos y con una energía muy masculina, Billions no ha caído en la trampa de utilizar el sexo como arma para ejercer poder y no sexualiza el cuerpo femenino. Entonces, sí se puede.

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