Buscar
Buscar

‘Line of Duty’, el policíaco ético

Martin Compston, Vicky McClure, Craig Parkinson y Adrian Dunbar, en una imagen promocional. (Fuente: Movistar+)

No sé porqué, pero me creo más las series británicas. He pensado sobre esto muchas veces, y el motivo, quizás, sea porque las encuentro más cercanas a la realidad, me resultan menos fantasiosas y fantásticas, más próximas. Los mundos que me ofrecen son más veraces, sin faltar a la ficción; son más transversales, pero sin obviar la línea argumental; son más concisos y no caen en el excurso fácil y efectista. Quizás me gustan tanto porque la primera serie británica que recuerdo haber visto de pequeño fue Yo, Claudio, y eso, amigos míos, marca.

Hoy toca un procedimental (aunque no sé muy bien si llamarlo así o no) que de típico o tópico tiene poco. Y es que nos vamos de lleno a ese farragoso mundillo de los Asuntos Internos. ¿Quién no ha oído en alguna peli o serie hablar de los famosos y odiados policías de policías? Siempre, o casi, aparecen por parejas, con gesto de úlcera perenne, trajes clonados, esperando siempre en la mesa del policía sospechoso, y con un complemento en la nómina por no esbozar sonrisas.

Es una descripción muy estándar del poli americano de Asuntos Internos. Pero estamos en Inglaterra y aquí, sorpresa, los británicos, además de conducir por la izquierda y cocinar con mantequilla (esto no lo entenderé nunca), nos presentan a esta clase de maderos con sus luces y sombras, deambulando por el filo de lo correcto y lo incorrecto, saltando hacia un lado u otro en función del deber, la verdad, los sentimientos y la lealtad. Line of Duty, de la BBC 2, en sus primeras tres temporadas dibuja unos personajes en el peor de los contextos posibles, donde la verdad tiene más de una versión. Obra y gracia de Jed Mercurio, el de Bodies (¿La recuerdan?).

Primera temporada

Situémonos: Birmingham. Steve Arnott (Martin Compston) es un sargento al mando de una unidad antiterrorista al cual le asignan una operación que fracasa estrepitosamente. Esto desemboca en un “destierro” al departamento AC-12, que viene a ser la unidad anticorrupción, siempre en busca de las ovejas negras de la Policía. Allí, bajo la supervisión de Ted Hastings (Adrian Dunbar) y junto a la detective Kate Fleming (Vicky McClure), se enfrentarán al peliagudo caso de investigar al policía del año, Tony Gates (Lennie James), cuya reputación no es tan inmaculada como aparenta.

Con una premisa sencilla y atractiva a la par, esta primera temporada, a través de cinco capítulos, nos lleva a desgranar, como si de una cebolla se tratase, que cada capa que se libera deja relucir otra más oscura. Olvídense de los buenos muy buenos, y los malos, malísimos; aquí el maniqueísmo no cuenta.

La corrupción es tan humana como los personajes (la construcción de los roles es magnífica), y las posiciones a ambos lados de la línea divergen o convergen en cuestión de una escena. Esta primera temporada es un thriller sólidamente construido donde el rompecabezas que nace en el primer episodio va tomando forma, pausada y metódicamente, a través de los cuatro restantes, concluyendo en un final muy potente.

Segunda temporada

Keely Hawes fue el gran añadido de la segunda temporada. (Fuente: Movistar+)

Situémonos: Birmingham. Escojan su silla, el personaje, desplieguen el tablero, agarren los dados con fuerza y sospechen. Vamos a jugar al Cluedo (juego como muy inglés, por otra parte). Un testigo protegido ha sido asesinado en una emboscada donde cuatro agentes de policía también han muerto.

Lindsay Denton (Keeley Hawes) es la oficial de guardia durante el suceso. Steve Arnott, Kate Fleming y Ted Hastings serán los policías que dirijan la investigación, empezando por el papel que juega Lindsay Denton que es, a mi juicio, uno de los personajes femeninos que más me ha impactado en los últimos años, con permiso de Sarah Lancashire (Happy Valley) u Olivia Colman (BroadchurchThe Night Manager). E interesante, también, la aportación de Craig Parkinson (DC Cottan). En un devenir constante de giros, muy bien calculados en cada episodio, el caso del testigo protegido es simplemente un detonante para desarrollar una trama más compleja que la de la primera temporada, más personal si cabe, y más oscura.

Una cosa que me llamó mucho la atención fueron los interrogatorios. Nada de flexos sobre la cara, nada de polis buenos o malos, nada del clásico café para romper el hielo, ni americanadas varias. Cada uno de ellos arroja ambigüedad, deseos ocultos o intenciones soterradas, miradas delatoras, diálogos embarazosos, tensión en cada palabra. Es un juego donde nadie dice toda la verdad, donde los jugadores poseen intereses que entroncan o vulneran el caso. Es un carnaval donde los protagonistas temen despojarse de su máscara.

Tercera temporada

Situémonos: Birminghan. Subamos la apuesta. Si la trama de la primera temporada residía en la corrupción policial, y la segunda sobre el encubrimiento, la tercera da un salto de oscuridad para adentrarnos en el escabroso, pero real, caso de un abuso de menores. A lo largo de seis capítulos no aptos para enfermos de corazón, Jed Mercurio nos sumerge en una espiral donde repite la fórmula de la ambigüedad y el cambio de registro narrativo, donde regresa al vaivén de la culpabilidad e inocencia en cada plano y donde, como acierto mayúsculo, recupera personajes de las dos primeras temporadas: ojo de nuevo, y de nuevo sublime, a Keeley Hawes y a Craig Parkinson.

Confieso que, cuando empecé esta temporada, tenía mis dudas. La primera me resultó excelente: un drama policial en toda regla. La segunda me fascinó por el trasiego narrativo, amén del personaje de Hawes: una lección interpretativa. Así que, cuando ataqué la tercera, no sabía muy bien a qué atenerme porque, como es mi costumbre, no había leído ni oído nada sobre ella.

Les puedo asegurar que la devoré de una sentada, a cara perro, que diría un castizo. El trío formado por Martin Compston, Vicky McClure y Adrian Dunbar consigue una sintonía letal para que nos adocenemos en el sofá y sólo deseemos ver qué ocurre en el siguiente capítulo. Desde los interrogatorios agobiantes (sí, otra vez esa sala y esa grabadora) hasta la inmersión en una maraña repleta de sorpresas que, pásmese, encajan perfectamente, pasando por una sólida recimentación de los personajes y una tensión cortante.

Las tres temporadas de ‘Line of duty’ están disponibles en el servicio VOD de Movistar+. La cuarta se estrena en Movistar Series Xtra el 4 de junio.

Further reading

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando, está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies. Pulse el enlace para más información. ACEPTAR

Aviso de cookies