Foto: Elaboración propia
Por Arancha Sánchez
(Desde París)
Damon Lindelof es el presidente del jurado del Festival Séries Mania, que se ha celebrado en París. Dentro del amplio y variado menú que nos propone el festival , uno de los platos fuertes era la charla con el aclamado creador de Perdidos (Lost) y The Leftovers, una oportunidad única para los 500 afortunados que pudieron escucharle, hacerle preguntas y, en algo bastante excepcional en este tipo de eventos, fotografiarse con él y pedirle autógrafos.
Y digo excepcional porque, normalmente, el personal del festival los saca de la sala antes de que la gente pueda acercarse, pero en este caso fue el propio Lindelof el que dijo, y cito textualmente, “no me pienso mover de aquí hasta que no haya atendido a todos los que quieran una foto o un autógrafo”. Y eso le ha hecho ganar mil puntos en mi corazoncito seriéfilo.
Lindelof se mostró, ante todo, como un hombre cercano y humilde, que contó como el proyecto de Lost, que en un primer momento no le interesaba ni a él ni a J.J. Abrams, y fue una imposición de la cadena ABC, le vino grande por juventud (tenía apenas treinta años) y falta de experiencia a la cabeza de un proyecto de tal envergadura. Habló también de su infancia y adolescencia, de las series que le marcaron, entre las que destaca, por supuesto, Twin Peaks, y de cómo vive su fama y su trabajo.
Seis años después del polémico final de Lost, era inevitable no poner el tema sobre la mesa y no tuvo problema en abordarlo y explicar lo que supuso para él. Al margen del porqué de ese final, del cual hablaré más adelante, contó lo que supuso, sobre todo, en el plano personal.
Tan pronto se emitió el esperadísimo final, en un evento global en el que los fans lostianos de todos los rincones del mundo lo vieron simultáneamente, su Twitter empezó a echar humo y no para recibir halagos, precisamente. Los insultos se sucedían y él no podía menos que sentirse abrumado al recibir tanto odio de parte de cientos de desconocidos. Su reacción fue la de retwittear todos esos mensajes para que la gente viera lo que le estaban diciendo. Lejos de arreglar la situación, se crearon debates y discusiones que escapaban totalmente de su control.
Dice que entiende perfectamente que haya fans descontentos con el final, y que lo más fácil para aliviar ese descontento era atacarle. Dice que él también le grita a la tele cuando su equipo favorito de fútbol pierde, que es una reacción normal, aunque a él nunca se le ocurriría escribir a los jugadores para insultarles.
Habló de una cosa muy interesante, y es la diferencia de percepción de ese final para los que ven la serie ahora y los que lo vieron en su momento. El espectador que descubre Lost por primera vez ahora tiene a su disposición las seis temporadas y puede devorarlas en unas pocas semanas. Si al final no le ha gustado dice, “bueno, he perdido unas semanas”. Nada que ver con los que vieron (vimos) la serie en el momento de su emisión y vibramos semanalmente durante seis años. Ese espectador dedicó años de su vida a una serie cuyo final para muchos se convirtió en una decepción, y Lindelof entiende ese sentimiento, porque él también ha sido fan de series que no se han terminado como él esperaba, pero siente que no tiene que disculparse por su decisión. Y tiene toda la razón del mundo.
Lost nos dejó muchas preguntas sin respuestas, a mí la primera. Lo que quizás no entendimos es que, a Lindelof, esas preguntas le daban igual. Para él, Lost era ante todo una serie de personajes, eran sus historias lo que le importaba, y todo lo demás era “relleno” (¡vaya relleno!) para crear una intriga y generar un interés en el espectador. El origen de los números y todo lo demás era secundario. Él necesitaba cerrar las tramas de los personajes y, dado que en el viaje que le llevó a la isla, Jack se dirigía a enterrar a su padre, esa conversación entre padre e hijo en la que se da cuenta de que está muerto le parecía una buena forma de cerrarlo.
Tenían miedo (él y el resto del equipo) de que el público no entendiera que no habían estado muertos todo el tiempo, algo que no tenía sentido (no son Resines), ya que dice que, en ese caso, Kate y Jack no se habrían conocido, ni los demás, ni habrían salido de la isla o vuelto a ella. De ahí que, de una forma demasiado explícita a los ojos de Lindelof, introdujeran en la conversación la frase en la que el padre del dice a Jack “todo lo que has vivido es real”.
De este polémico final hace unos cuántos años ya, pero él todavía no se ha sobrepuesto del acoso, si podemos llamarlo así, que sufrió. Quizás por eso, con The Leftovers ha explicado desde un primer momento que no esperemos encontrar respuestas, porque no las habrá. No importa dónde están los desaparecidos, ni por qué desaparecieron; lo que importa es cómo se enfrentan a ello los que se han quedado.
Imagen de la tercera temporada de ‘The Leftovers’.
Emocionado tras leer el libro de Tom Perrotta, se quedó tan conmocionado que decidió que quería adaptarlo en serie de televisión. Quería hablar sobre el duelo, sobre las distintas formas de vivirlo y, sobre todo, de salir de él. Dice que cuando haces una serie de televisión tienes que intentar llegar a un público lo más amplio posible, algo que le parecía muy difícil de conseguir con una serie que mezcla tramas tan complejas.
Su idea, como con Lost, es la de centrarse en las historias de los personajes, sus sentimientos, su caída a los infiernos y su vuelta a la vida. Dice que no es religioso y que envidia a los que lo son porque le da la impresión de que son más felices. Sabemos que la última temporada de la serie tiene mucho que ver con esto, aunque claro, no ha querido desvelarlo. ¿Arderán las redes de nuevo cuando The Leftovers llegue a su fin?
La tercera temporada de ‘The Leftovers’ está disponible, todos los lunes, en HBO España y Movistar Series.