Hay ciertas series que pasan sin pena ni gloria sin que se sepa muy bien por qué. Por prejuicios, por falta de promoción o por la simple razón de que hay tantos estrenos y tantas plataformas que a veces a uno le bizquean un poco los ojos por sobredosis de información. Una de esas series es Chicas buenas (Good Girls), una dramedia de la que NBC emite su cuarta temporada desde marzo y que aquí, mientras esperamos que la nueva tanda de episodios, tenemos disponible en el catálogo de Netflix las tres primeras. Y es una serie de la que se debería estar hablando más. Mucho más.
La trama: mezcla justa de drama y comedia
Beth Boland (Christina Hendricks), Ruby Hill (Retta) y Annie Marks (Mae Whitman) son tres mujeres que se meten al crimen por desesperación y, desde luego, tienen unas historias bastante intensas. Pero se ríen y, lo más importante, te hacen reír con sus atracos organizados con pegatinas de las manualidades del colegio y las falsificaciones a base de laca de uñas. La serie se mueve en el equilibrio entre lo cotidiano, el pavor que produce el mundo del crimen y el absurdo de intentar lidiar con un mundo criminal que cada vez se hace una bola más grande mientras intentas llegar a tiempo a preparar los bocadillos de la merienda.
Seguramente si estas tres mujeres se hubieran llamado Walter White (Breaking Bad), Jax Teller (Sons of Anarchy) y Thommy Shelby (Peaky Blinders), por ejemplo, otro gallo les hubiera cantado. Pero no es tarde para conocerlas: merecen la pena. No sé vosotros, pero una servidora está un poco harta de historias sobre señores intensos, cansados de su vida mediocre que se meten al crimen organizado para soltar la testosterona que no pueden liberar en su trabajo. O de los relatos que no te dan ningún respiro con tanto drama. Que todo esto está muy bien, pero con el año que llevamos si hacemos inventario la columna de las risas se nos queda al debe.
El trío perfecto de protagonistas y buenos secundarios
Hendricks, Whitman y Retta son la tríada perfecta. Encajan como piezas de un reloj especialmente carismático. Sus personajes están hasta el moño, agotadas y desesperadas por sacar la cabeza del agua; pero también son irónicas, divertidas y capaces. Por eso es perfecto que las interpreten unas actrices que se manejan a la perfección tanto en la comedia como en el drama. No es fácil saltar de un género al otro sin que chirríe, se vean las costuras de la actuación o quede forzado. Pero ahí están las tres cambiando de un registro a otro o clavando ambos a la vez. Como si fuera tan fácil como bajar a comprar el pan (o atracar un supermercado).
Sí, ellas son el gran punto fuerte, pero no están solas. Destaca Matthew Lillard, interpretando al marido vendedor de coches de Beth, un hombre anodino, insignificante y que miente más que habla. Y no podemos olvidarnos de Manny Montana, que da vida a Río, un hombre que está destinado a ser uno de tus delincuentes favoritos. Y no son los únicos: todos los secundarios de Chicas buenas ayudan a terminar de componer un universo entre peligroso y divertido que te hará olvidarte de tus problemas, en tanto te entretienes con los suyos. Recomendamos una copa de vino al estilo Beth Boland, para terminar de disfrutar del hecho de que tú nunca lo vas a pasar tan mal como ellos, mientras sueltas una carcajada con su última ocurrencia para salir del paso. Una huida hacia delante nunca resultó tan catártica.
Variedad, variedad y variedad
En las relaciones, en las identidades y en las formas de ver el mundo. Chicas buenas es un caleidoscopio de personajes y situaciones que siempre se tratan con naturalidad y desde el respeto. Tiene claro que, primero, no todas las personas iguales, y segundo, que la sociedad no se comporta igual con todo el mundo. Y, sobre todo, tiene claro que el universo se hace menos bola cuando alguien te entiende, te acepta, te quiere y te cubre las espaldas. Esta perspectiva de la narrativa es uno de los puntos que más hay que resaltar en esta producción. No es perfecta – nada lo es- pero sí que intenta traer variedad a la palestra. Y la representación importa, si no lo hace es porque ya te estás viendo de sobra, así que bienvenida sea.
Maestros de los ‘cliffhangers’
Y esta apreciación viene de alguien que odia los cliffhangers con toda su alma (Perdidos me creó un trauma que todavía no he superado). Aún así, los cliffhangers de Chicas buenas no solo te dejan con ansias de que llegue la siguiente temporada para saber cómo continúa la trama, sino que también son extrañamente satisfactorios por sí mismos, es decir, quieres averiguar el resto, pero no te sientes frustrado. ¿Cómo de bien hay que manejar los tiempos de la narración para lograr esto? Mucho, pero esto es solo una muestra más de la solidez del guion de la serie.
‘Chicas buenas’ está disponible en Netflix