En las últimas semanas han llegado al menú de Netflix varios títulos con una característica común como para que sea una una coincidencia: series, documentales y series documentales sobre el mundo delictivo en el arte, bien sea con robos o falsificaciones. No sabemos si esta tendencia caerá en el olvido o, como pasó con los programas gastronómicos de la plataforma roja, pasarán a ser objeto de culto y disfrute, pero por el momento ya son cuatro los títulos que se agrupan en la misma horquilla.
Todo empezó con Lupin. La serie inspirada en el personaje de Maurice Leblanc fue una de las grandes apuestas de los pasados meses, mostrándonos las fechorías de un parisino que hace del robo la herramienta de su venganza. Rápidamente Netflix sacó pecho de su éxito, del que aún por emitirse la segunda parte de la primera temporada. Pero eso no es todo, paralelamente, la plataforma estrenó Made you look un documental alrededor de la historia, real, de una de las galerías estadounidenses más importantes vendiendo falsificaciones. Muy recomendable, por cierto. Vi ambos productos sin verle relación alguna y continuando con la vida, cuando a los meses saltó la alarma con Un falsificador entre mormones.
En el propio nombre ya se anuncia el giro de este true crime que gana mucho cuando arranca su arco sobre el arte. Es una serie documental que podría pasar desapercibida si se centrara únicamente en los crímenes que usa de punto de partida, pero se vuelve interesante cuando desvela la verdadera ocupación del asesino. De nuevo, el arte y la venta de piezas falsificadas son el tema principal, esta vez incluyendo a la iglesia mormona y a documentos fundacionales que cambiaron su historia. Y podríamos decir que con tres títulos ya hay un patrón, pero para los que necesiten una confirmación después ha llegado Esto es un atraco. El mayor robo de arte del mundo.
Isabell Stewart Gardner fue el nombre de la mujer a la que se debe el museo del que es protagonista Esto es un atraco. El mayor robo de arte del mundo, un sitio de apariencia sobria en su exterior y cuyas entrañas reproducen un palacio veneciano que debe mantenerse como en sus tiempos como condición de su herencia. El lugar albergaba la única pintura náutica de Rembrandt, aunque tras el 18 de marzo de 1990 esta y otras pinturas desaparecerían en un extraño robo por el que se ofrecería una hermosa recompensa.
La duda ahora es si esta tendencia se quedará en una anécdota de cuatro títulos o, tras ellos, hay una intención de la plataforma por hacer popular este género. Lo cierto es que tras la figura del ladrón de guante blanco hay una épica que hace que sus casos atrapen y resulten interesantes, incluso si el espectador no es un gran conocedor de arte. De alguna forma, que alguien logre colar falsificaciones nos resulta divertido y que se robe un cuadro —aclaramos que está terriblemente mal— nos permite, tal vez, disfrutar de la aventura sin pensar en que hay daños personales. Parece que han descubierto un nuevo filón y, ojo, que vuelve Lupin este año.