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‘La Remesa Mala’ se ha metido sin querer en un jardín moral con la Orden 66

(Fuente: Disney+)

Las series, series son y todos sabemos que no vivimos en un universo con soldados clon o caballeros Jedi. Pero no se puede negar que las historias y los mundos que proponen a menudo plantean cuestiones morales interesantes, aunque solo sea por sentirse por un rato como un filósofo griego, un príncipe danés o el maestro Yoda. Por aquello de darle vueltas al magín sobre lo divino y sobre lo humano. Aprovechando que hemos llegado al ecuador de la temporada de Star Wars: La Remesa Mala, pongámonos la toga de gente profunda y filosofemos. Porque hay ciertas cosas de los protagonistas que tienen a los seguidores de la saga preocupados por las implicaciones que pueden conllevar a nivel ético.

La cuestión del libre albedrío

Desde el primer episodio de la temporada –y a pesar de la ligereza propia de una serie familiar- ha quedado claro que el tema principal de Star Wars: La Remesa Mala es el libre albedrío. Lo que hace especiales a este grupo de clones es que son capaces de mantener su unicidad, su independencia y su capacidad de decidir. En definitiva, son de los pocos soldados creados en Kamino que son capaces de resistir hasta cierto punto el chip que emite la Orden 66.

Ya vimos tras el encuentro con Rex en el episodio siete, Cicatrices de guerra, que la única solución posible es eliminarlo, por mucho que temporalmente puedan hacer frente a la compulsión del chip implantado por el Imperio. Así que por el bien de Omega y por el suyo propio, se someten a la intervención sin dudar y se liberan definitivamente del yugo del emperador. Y si eres libre para decidir, eres responsable de tus actos.

(Fuente: Disney+)

¿Qué ocurre con el resto de clones?

Antes de activar el chip, ha quedado demostrado que los clones eran defensores de la República y que creían en sus ideales. Lo hemos visto en Star Wars: La Remesa Mala, así como en las películas y series tanto del canon como de Legends. Ningún clon que no haya sufrido el completo lavado de cerebro de Palpatine y la Orden 66 apoyaría voluntariamente las acciones e ideología del Imperio Galáctico. Es impactante el contraste entre los soldados de disposición amable y hasta bonachona de las guerras clon con el de los troopers profiriendo soflamas fascistas después de que se activara el chip. Omega y Rex confirman que es imposible intentar resistirse. Además, hemos visto su efecto en Wrecker –que no puede querer más a Omega y está a punto de exterminarla- y en Crosshair –que traiciona a la única familia que ha conocido-. De todo esto son perfectamente conscientes los protagonistas, lo que no ha impedido que usen fuerza letal contra sus antiguos compañeros de armas en episodios posteriores, algo que habían evitado hasta el momento.

Es cierto que los clones regulares no eran especialmente amigables con la Remesa Mala, pero la gente no ha podido evitar preguntarse: ¿si los troopers no pueden evitarlo, no los convierte también en víctimas?, ¿no deberían evitar los protagonistas matarlos en la medida de lo posible? Porque si eres libre eres responsable de tus acciones, pero si tienes un imperio malvado controlando hasta el más mínimo aspecto de tu personalidad, la cosa cambia.

Crosshair, el clon en discordia

Esta no es una cuestión que se plantee únicamente a un nivel intradiegético, también extradiegético. La narrativa establecida por Filoni remarca una y otra vez que los villanos principales se dividen en tres facciones: el primer ministro de Kamino, Tarkin como representante del Imperio y Crosshair. No son pocos los fans que consideran esto último completamente injusto porque, de nuevo, no es algo que Crosshair hubiera hecho nunca estando completamente en sus cabales y pudiendo controlar sus decisiones.

(Fuente: Disney+)

¿Despiste argumental o cuestión ética?

En el mundo de los videojuegos tienen un término que nos puede venir muy bien para hablar de todo esto: disonancia ludo-narrativa. Es decir, cuando la mecánica del juego se opone con la historia o con la construcción de personajes que plantea. Por ejemplo, Nathan Drake en la saga de Uncharted es un señor graciosete, simpático, con un punto canalla, pero en líneas generales noble. También mata, a ojo de buen cubero, una media de quinientas personas por juego. Esta claro que, en la vida real, alguien con gatillo tan fácil no puede ser tan buena persona como nuestro amigo Drake, pero la mecánica del juego lo necesita para que tú lo pases bien.

Algo parecido ocurre aquí. El peculiar grupo que conforma la Remesa Mala son esencialmente buenos, pero en una serie como esta es mucho más entretenido cuando luchan a vida o muerte. O cuando completan misiones como la de Muchi, la rancor que también provocó en su momento unas cuantas disertaciones morales porque, bueno, ser esclavo de Jabba no es algo que se le desee a nadie. Y Muchi era una monada. Buscar la aventura en ocasiones supone ignorar las implicaciones morales en el mundo ficcional de lo que se está haciendo en pantalla.

Lo que está claro es que debatir sobre este tipo de cuestiones, al final, forma parte de la gracia de ver Star Wars. Porque una galaxia, muy, muy lejana, sin fans teorizando es como un Tatooine sin arena. O un consejo Jedi con sentido común.

‘Star Wars: La Remesa Mala’ se emite los viernes en Disney+

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