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La temporada menos ‘Shameless’ de todas

Fuente (Showtime)

La versión estadounidense de Shameless se estrenó hace siete años en Showtime, pero yo empecé a verla en diciembre del año pasado, lo que quiere decir que vi 90 episodios en un mes (no intentéis sacar las cuentas). Cuando la serie regresó el 1 de enero, después del parón de Navidad, yo ya estaba al día con lo que quedaba de octava temporada para seguirla a ritmo de emisión. Y eso hice.

Queda claro que la serie me enganchó locamente. Aunque puede que se me mezclen un poco algunos de los acontecimientos ocurridos en cada una de las anteriores temporadas (efecto secundario del maratón), las tengo lo suficientemente frescas para afirmar con cierta certeza que esta ha sido la temporada menos Shameless de todas.

Cuando finalizó el rodaje de la séptima temporada, Showtime aún no había anunciado la continuación de la serie, y la renovación de los contratos de los actores estaba en negociación, principalmente el de Emmy Rossum que reclamaba que su salario se equiparara al de William H. Macy. El acuerdo llegó a buen puerto, pero si echamos la vista atrás no es muy arriesgado pensar que el equipo de guionistas se planteó el episodio 7×12 como posible cierre en caso de que la serie no continuara. Al menos eso es lo que parece y, de haberlo sido, sería un buen final.

En ese último episodio murió Monica, la constante que unía a los Gallagher en su eterno caos, llegaba y arrasaba con todo, y siempre podían contar con su abandono. Su despedida marca un antes y un después y la serie así lo reconoce en los últimos minutos de la temporada. Después del emotivo funeral, todos se reúnen en la casa y bailan juntos. Para cerrar, un montaje musical (con la canción Show Me Love de Laura Mvula) que nos muestra un nuevo mañana para todos los personajes: Debbie en la escuela de soldadura, a Ian prestando sus servicios en un accidente, Lip en una reunión de A.A., Fiona frente al edificio que acaba de comprar y Carl con su uniforme militar y acompañado por Frank pintando un graffitti en honor a su madre.

Lo que hace que sienta la octava temporada como la menos Shameless de todas, es que perdió la idea de la familia como centro al que siempre volvían los hermanos cuando estaban en problemas. No contaron los unos con los otros, no se preocuparon los unos por los otros, ni se cuidaron los unos a los otros. No sabían nada de lo que pasaba en la vida de los demás, cada uno iba por libre con sus mini conflictos y, si bien es positivo, y muestra signos de madurez, que fueran capaces de intentar solucionar sus propios asuntos como mejor sabían, eché de menos alguna situación que los implicara a todos.

Si intento racionalizar, quizá fuera esa precisamente la intención de la temporada, mostrarnos que los personajes han crecido, que la vida ha cambiado y que ya no dependen, o no quieren depender, tanto de los demás. O que después de resolver el marrón de las drogas que les dejó Monica como herencia le dijeron basta al caos y decidieron que las cosas tenían que cambiar.

Pero también siento que a partir de ahí la serie estuvo sembrando semillas sin orden ni concierto para ver si florecía algo, pero por pura casualidad, sin regar el jardín, con tramas que se olvidaban y cosas que aparecían de la nada: como la amiga de Fiona en su edificio para que tuviera a alguien con quien hablar cuando hiciera falta, ya que V estaba en una serie diferente (de Ford ni hablemos), la niña de la que se hace cargo Lip, la boda de Svetlana (la actriz ha anunciado que no volverá el año que viene), o el repentino sonambulismo de Liam para que alguien liberara a Carl de las esposas de Kassidy.

Durante toda la temporada todo parecía ir bien, quizá demasiado. En algunas tramas personales a veces parecía que iba a sonar esa tetera que anuncia peligro inminente, pero se apagaba al primer atisbo de amenaza de forma anticlimática. No me malinterpretéis, no es que me guste ver sufrir a los Gallagher, han pasado por mucho y se merecen que les vaya bien en la vida, pero la mayoría del tiempo parecía que coincidían cruzándose por un pasillo o haciendo una llamada de teléfono sólo para recordarnos que estaban en la misma serie. Esta temporada hizo falta un fuego que tuvieran que apagar juntos.

Y hablando de fuego, Ian (¿aún tiene trabajo?, ¿renunció, lo despidieron, o todas las anteriores?). Su trama del Gay Jesus lo fue todo y también nada. La temporada acaba con él detenido y con la duda de si ha abandonado su tratamiento y nadie supo (o quiso) verlo a tiempo. O si no fueron lo suficientemente valientes para enfrentarse realmente a esa posibilidad, porque estaban tan absortos en sus propios asuntos que no se daban cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Quizá la novena temporada nos dé la perspectiva que nos hace falta para ver esta octava con otros ojos.

Las 8 temporadas de ‘Shameless’ están disponibles en Movistar.

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