Que la primera parte de la quinta temporada de Lucifer (estrenada en agosto) fuese, por qué no decirlo, un tanto aburrida y escasa de emociones hizo pensar que se habían reservado lo mejor para la segunda tanda. Esos ocho capítulos se estrenaron el pasado 28 de mayo en Netflix y, vistos todos, la suposición era cierta. Esta segunda parte ha sido no solo buena, sino mejor, incluso, que temporadas anteriores. La serie basada en la idea de Neil Gaiman ha vuelto a apelar a sus orígenes, los que la hicieron entretenida y le dieron un toque especial (léase celestial), convirtiéndola en algo con más enjundia que un procedimental con una agente y un consultor policial atípico. Es decir, toda esa trama de drama familiar bíblico y la lectura que los guionistas han hecho de ellos, sus vidas y motivaciones y que nada tiene que ver con lo que se enseña en catequesis.
En estos ocho nuevos episodios ha habido muchas cosas buenas y alguna que otra mala o insatisfactoria. Aviso a ángeles, demonios y mortales, a partir de aquí comienzan los spoilers.
Lo mejor de los nuevos capítulos de ‘Lucifer’…
Lo mejor que siempre ha tenido Lúcifer como serie (más allá del encanto y carisma de Tom Ellis) es que bajo esa apariencia de policíaco repetitivo y ya visto antes esconde toda una lectura de la Biblia de lo más interesante. Aquí Lucifer no es el malo de la historia, tampoco el bueno. Se mueve en los grises de alguien con menos maldad de la que se le presupone y un ego desmedido.
Pero, sobre todo, lo que arrastra Lucifer es un serio problema parental. El guion es capaz de cuestionar hasta al mimísimo Dios (Dennis Haysbert) como padre para culparle de las muchas taras emocionales e inseguridades de sus hijos. Toda esa parte más bíblica y familiar parecía menos explotada últimamente. Hasta que, al final del capítulo 8, apareció Dios para poner orden en la riña entre tres de sus retoños con alas y los guionistas volvieron a reinterpretar los textos sagrados. Bien por ellos.
El capítulo de la cena familiar es uno de los mejores de los ahora estrenados. Ese y, claro, el musical. Tom Ellis ya había demostrado que puede dar el do de pecho sin problemas. Además de él, ha resultado que Kevin Alejandro (Dan Espinoza) y Aimee García (Ella López), también. Introducir los números musicales haciendo consciente de los mismos a uno de los protagonistas y culpar a los poderes averiados del Todopoderoso fue una ocurrencia muy divertida.
Porque a Lucifer le sienta muy bien reírse de todo, todos y de sí misma. Y esta temporada, pese al drama, a las muertes y a los conflictos personales y universales, ha tenido momentos de risa floja y carcajada. Solo por la pulla a los directivos de la Fox (la candelaron, recordemos, y luego la repescó Netflix) y ese momento de remedo de Juego de tronos en el último capítulos ya vale la pena el maratón.
Entre lo mejor está también el paso al frente que ha dado Lucifer como personaje. Tras cinco temporadas mareando la perdiz y yendo y viniendo, empieza a superar sus traumas, a asumirlos y a manejar sus sentimientos. En su cabeza y su corazón parece que las cosas están más claras ahora. Ha cambiado, lo ha asumido y está dispuesto a ocupar el lugar que le corresponde. Por fin ha llegado a ese punto.
… y lo peor
Lo peor (y a la vez más emotivo) ha sido decirle adiós al personaje de Dan Espinoza. Muertes y despedidas ha habido unas cuantas en esta serie. Sin embargo, esta ha dolido especialmente. Es cierto que la escena del funeral les quedó preciosa. Al igual que la despedida que le fueron dando a lo largo de todo el capítulo cada uno de los personajes. Aún así, se merecía algo más después de pasarlo tan mal. Que fuese el saco de boxeo verbal de Lucifer casi era lo de menos. Le han dado por todos lados. Le dedicaron el capítulo 12 y básicamente estuvieron 50 minutos haciéndole perrerías. Ha sido el gran sufridor de esta serie. Y, para colmo, van y lo mandan al infierno. Bueno, eso quizá lo arreglen en la sexta temporada. A Lucifer no le ha sentado nada bien y ahora tiene mano.
Algunos secundarios han sido los grandes perdedores de esta tanda de episodios. Aunque han tenido su dosis de protagonismo y evolución, se han quedado algo atrás en su viaje con respecto al camino de los protagonistas. Ellos dos (Chloe y Lucifer) son los únicos que parece tener las cosas más o menos claras mientras que Linda (Racher Harris), Ella y Mazikeen (Lesley-Ann Brandt), por ejemplo, han estado más tiempo del necesario dando rodeos. De hecho, Ella sigue atrapada en su propio bucle. Encima, para más inri, la han dejado sin uno de sus grandes apoyos, Dan.
Otra pega sería que hubiese estado bien tener más tiempo a este Dios pululando por la Tierra y a su señora esposa, Charlotte (Tricia Helfer), que regresó como prometieron, pero poco. Cierto es que si Lucifer ya va cargado de secundarios, tenerles más escenas en pantalla habría ido en detrimento del resto.
La última, que afecta a toda la temporada cinco y no solo a esta segunda parte, es la duración de los capítulos. A Lucifer le van mejor los capítulos que rondan los 50 minutos e incluso mejor si bajan de ahí. Como en temporadas anteriores. En esta, sin embargo, todos están por encima y alguno llega a la hora. A este ángel caído se le quiere, pero igual es demasiado para el tipo de serie que protagoniza.
‘Lucifer’ está disponible en Netflix.