Como bien sabe cualquier editor de un medio de comunicación que se precie, nadie se resiste a un buen vídeo que tenga un protagonista peludo. Y seguro que tú también sigues en tus redes sociales esas cuentas animales que te aseguran una buena dosis de ternura, tan necesaria algunos días. Ya sean vídeos de gatitos bebé tomando un mini biberón, o sean de perritos callejeros encontrando una nueva vida con un dueño que los adora, cualquier animal es bueno a la hora de demostrar que se merecen un hueco en nuestro corazón, y tal vez en nuestra casa.
Así que como no hay nadie que se resista a los encantos de perros y gatos Netflix está dispuesta a explotar ese filón en formato docuserie. Eso sí, sin tomar partido en la eterna lucha entre ambos animales, porque en la plataforma hay sitio para todos.
Del circo a la universidad
O al menos es así desde este mes, cuando se estrenó la docuserie titulada Locos por los gatos. Compuesta por seis episodios de media hora de duración, esta producción tiene como protagonistas no a los felinos sino a sus amos. O como se dice este particular universo gatuno, a sus esclavos. Y recorre el mundo presentando a una pareja, Joan y Richard Bowell, que crearon un santuario para gatos en una isla griega, a Samantha Martin, una mujer estadounidense que recorre su país con su circo felino compuesto por 26 animales, o a Nick Liam Heaney, que hace surf con su gato bengalí Maverick en el océano Pacífico.
Sí, como sería esperable, cuando uno se sienta a ver una producción de este tipo debe esperar lo más inesperado. Y por si no es así, para dejar claras sus intenciones, Locos por los gatos arranca con Mowshow, un rapero de Portland que se inspira en sus cuatro felinos a la hora de componer y ya ha lanzado cuatro discos. En el tercer capítulo, probablemente el mejor, nos encontramos a la artista japonesa, Sochi, que después de probar suerte con la pintura y la fotografía se dedica a crear retratos tridimensionales de felinos. Son un poco espeluznantes, sí, pero también son fascinantes.
En la segunda temporada de Amigos caninos, que también acaba de llegar a Netflix con cuatro capítulos de una hora de duración, el planteamiento y la “adorabilidad” animal es similar. Y como la anterior nos presenta a personas cuya vida giran en torno a los animales, como el padre Joao de Brasil que rescata perros callejeros, convierte a los canes en protagonistas, como Tripp la mascota de la Universidad Butler, o se adentra en la vida de estrellas consagradas, como los perros del astronauta Leland Martin.
Mascotas del mismo dueño
A Locos por los gatos y Amigos caninos, y a su incursión espacial, les une un nombre, el de Glen Zipper, creador ambas docuseries animales y de la miniserie Challenger: El último vuelo. Cuando se estreno la primera temporada de la producción perruna recibió muchos mensajes animándole a que hiciese una similar sobre felinos. Y Netflix aceptó la propuesta. Lo que no sabía, según ha reconocido en una entrevista, es que el comportamiento animal durante el rodaje iba a ser tan diferente y mientras que los canes solo quieren complacer, grabar a un gato “es como intentar sacar a un actor de primera categoría de su tráiler”.
Zipper también reconoció que cuando puso una mascota en su vida se produjo “una evolución milagrosa de mi mundo, donde de repente tuve esta fuente de amor incondicional infinito e interminable”. Y ese es el mensaje que trasmite en ambas producciones, en las que relaciones de caricias, lametones y “amasamiento” gatuno tienen como responsables a animales que hacen de la vida de sus dueños algo mejor, mientras ellos se preocupan por darles la mejor vida. No hay constancia del nivel de satisfacción animal, más allá de sus gestos, pero todos los humanos dejan claro que con sus mascotas han encontrado la felicidad que, a veces, no les dieron sus iguales.
Más que una rareza, o un producto solo apto para los “muy animales”, Locos por los gatos y Amigos caninos son dos producciones que reflejan la importancia del trabajo de personas desinteresadas que se dedican a cuidar de animales que, muchas veces, están indefensos. Y al adornarlo con otros humanos menos altruistas consigue ser una interesante retrato de lo importante que es sentirse realizado y alcanzar los sueños vitales, por muy extravagantes y peludos que sean.