Adam (Connor Swindells) y Eric (Ncuti Gatwa) en ‘Sex Education’. (Fuente: Netflix)
Sex Education es una serie muy entrañable, abierta a tratar de forma cercana tabúes sexuales como la masturbación femenina, el vaginismo o la asexualidad, y generalmente de forma bastante ejemplificante. “Esto debería ponerse en todos los institutos”, decimos con frecuencia al comprobar cómo se abordan ciertos temas en la ficción creada por Laurie Nunn.
Sin embargo, la trama de Eric y sus relaciones con Adam y Rahim, aunque se visten de comedia romántica, esconden un transfondo mucho más problemático porque crean una especie de cuento idílico forzando un crush entre una víctima de bullying y su agresor. Adam no es simplemente un candidato más a robarle el corazón a Eric, sino quien ha estado martirizándole durante años, insultándole, pegándole y acosándole. Y despegarse de eso, obviarlo o restarle importancia es muy injusto para muchos espectadores que han podido pasar por una situación similar.
No es un tema baladí. Según un estudio publicado en 2019, en el Reino Unido, país de procedencia de la serie, el acoso escolar a niños y niñas LGTB era el más común de todos los tipos de bullying: el 13% de los alumnos son acosados por su sexualidad, y tres de cada cuatro profesores aseguraba haber presenciado acoso homófobo en los colegios. Un informe de FELGTB apunta a que la situación en España es similar, siendo esta la principal causa de acoso escolar. Y ese acoso produce cicatrices emocionales que nunca terminan de sanar en la vida adulta.
Ya en la primera temporada, Sex Education articulaba un cliché muy perjudicial en la figura de Adam: el del acosador que se comporta así por ser gay en el armario. Una idea muy extendida, pero no tan fiel a la realidad, que, inconscientemente o no, trasmite a un colectivo perjudicado la responsabilidad sobre sus propios agresores. Son ellos mismos, no los otros. No son heterosexuales quienes dan puñetazos a los niños LGTB solo por el hecho de serlo. Y todo en favor de una revelación dramática que, por otra parte, no deja de estar ya más que vista.
Con la nueva tanda de episodios, la serie tenía la oportunidad de redimirse respecto a este tropo, pero se rinde ante la ilusión del shippeo en detrimento de ahondar en una realidad dura que merece una conversación seria (Sex Education, en general, tiene un problema con que todas las tramas se solucionen con que alguien se líe con otro alguien). Adam, haga lo que haga, nunca dejará de ser la persona que acosó a Eric durante años. Incluso aunque pida perdón. Incluso aunque haga ese gran gesto ante todo el instituto (¿no aprendimos en la primera temporada que esos grandes gestos son una basura?) y le coja la mano.
Otis se lo recuerda en el quinto episodio: “Eric, se trata de que te odias tanto a ti mismo que te enamorarías de alguien que te trata como una mierda”. Ahí la serie tiene un momento de lucidez respecto a esta trama. Eric ha conseguido ser quién es y reivindicarse a pesar de personas como Adam o de los tipos que le dieron una paliza en la primera temporada. No se esconde, no finge ser quien no es. Pero eso no significa que no tenga problemas de autoestima para identificar quién es bueno para él y evitar las relaciones tóxicas. Y lo triste es que, para vestirse de la comedia romántica más clásica, la serie termina metiéndole de cabeza en la relación más tóxica posible.
Sami Outalbali interpreta a Rahim en ‘Sex Education’. (Fuente: Netflix)
Para hacerlo, los guionistas se valen de la figura de Rahim, a quien constantemente menoscaban: más allá de ser guapo y atento con Eric, es un personaje sin dimensión alguna y se intenta subrayar que no es suficientemente bueno para él. “No te hace brillar”, le dice su madre. Y, vale, puede que sea cierto. Pero que Rahim no sea el indicado, no quiere decir que el acosador sea mejor. Ese es el truco que busca la serie pero, lo siento, se le ven las costuras.
Podría entender que se plantease el arco de redención de Adam (otro cliché de la ficción juvenil, ¿recordáis al cabrón de Gorka de Física o química que luego era un tipo majete?), pero para que su viaje sea completo no hacía falta involucrar románticamente a Eric. Podría tenderle la mano, como una especie de mentor, de aliado, pero enrollarlos es dar diez pasos atrás ahora que por fin estamos dándonos cuenta que lo de La Bella y la Bestia era un penoso síndrome de Estocolmo y no un idilio de amor.
Cuanto más lo pienso, más me cabreo. ¿Cómo puede Sex Education decirle a un chaval que se refugia en la serie siendo víctima de bullying que lo ideal sería que quien le humilla a diario un día resultase que está enamorado de él? No, que no pongan esto en los institutos.
La temporada 2 de ‘Sex Education’ está disponible en Netflix.