Reza la canción más tarareada del grupo The Buggles que el video mató a la estrella de la radio, allá por los 80. Quienes seguimos de cerca la industria del audiovisual hemos vivido múltiples veces este tipo de profecías apocalípticas. La televisión iba a matar a la radio. Luego su próxima presa era el cine. El video iba a matar al cine también, el CD al vinilo, el DVD al cine de nuevo y ahora las plataformas van a matar a la televisión y, sí, también al cine. El cine siempre ha sido un protagonista relevante en todos los escenarios catastróficos que se han podido diseñar y ahora, con una pandemia mundial que ha cambiado las reglas del juego, no ha sido menos.
A pesar de lo escépticos que podamos ser sobre estas predicciones fatalistas, la industria del cine está pasando por un muy mal momento. En marzo de 2020, la pandemia paralizó por completo la exhibición cinematográfica, considerada como una actividad económica no esencial, y para cuando se pudo acometer la reapertura de cines no había títulos de las majors, que se cerraron en banda postergando estrenos o llevándolos directamente a sus plataformas. El producto de estas compañías es el que más atrae generando en España casi un 80% de la cuota de mercado. Habrá quienes afirmen que la irrupción de las plataformas influyó en este aspecto, pero lo cierto es que los datos nos dicen lo contrario: en 2019, cuatro años después de la llegada de Netflix a nuestro país, la recaudación de cine había crecido hasta un 23% en comparación con el año 2013.
Netflix y majors, ¿enemigas de los exhibidores?
Así pues, la llegada de Netflix sí influenció cambiando algo: las prioridades de la industria. El cine ha sido tradicionalmente muy proteccionista: ha cerrado filas por sus intereses y ha intentando echar a los nuevos agentes que podían hacerse con un trozo del pastel a base de fórmulas nuevas. Como ejemplo, el cierre en banda de los estudios propició el fracaso internacional del Laserdisc, que falto de contenidos interesantes no consiguió atraer la atención del consumidor. Sony no volvería a cometer el mismo error: cuando llegó el DVD ya tenía en su poder Columbia Pictures y podía conquistar el home entertainment de los espectadores con propuestas interesantes.
Una vez visto que la fórmula de Netflix funcionaba, todas las majors se han volcado de manera violenta sobre el modelo de negocio que ha abierto el entretenimiento streaming para no quedarse sin su trozo del pastel. Pero aunque desde el punto del espectador parecer que en el streaming está siendo el negociazo, la realidad no es tal. La estructura de ventanas en la que se había basado la industria audiovisual durante décadas aseguraba un mayor margen de beneficio por producto que lo que se puede conseguir ahora a través de la explotación exclusiva en plataformas. Sin embargo, estas ofrecen a cambio otra cosa: estabilidad. Si consigues atrapar a tus suscriptores, sabes que mes a mes vas a estar haciendo caja, aunque sea en menor medida que si conseguías lanzar un hit veraniego en cines.
En consecuencia, y con los cines en caída a causa de la pandemia, los estudios están retrasando o desviando sus estrenos previstos para las salas hacia las plataformas y esto no ha gustado nada a la tercera pata de la industria junto con productores y distribuidores: los exhibidores. Los propietarios de los cines recibieron a las plataformas como una clara amenaza ante la que no doblegarse y con los movimientos de las majors ahora ya no solo pueden parecer enemigas, sino además traidoras. El verano pasado se hizo viral la imagen de un exhibidor francés destrozando a base de batazos los pop-up de Mulán colocados en su cine justo después de que Disney anunciara la decisión de estrenar la película en su plataforma.
Es innegable que durante lo más duro de la pandemia los cines acusaron mucho estas decisiones. En España, el único gran estudio que continuó estrenando, en la medida, de lo posible fue Warner Bros., que incluso lanzó Pinocho, una película que originalmente no estaba destinado a las salas. La asociación ADICINE lanzó en febrero un estudio muy revelador que mostraba cómo el 93% de los estrenos en salas desde junio de 2020 habían provenido de distribuidores independientes. Los cines han sobrevivido gracias a estas pequeñas y medianas empresas de corte nacional que han apostado por la ventana de cine, aún a sabiendas en muchas ocasiones de que los lanzamientos iban a obtener resultados deficitarios.
‘Viuda Negra’, ‘El Escuadrón Suicida’ y otros casos en los que fijarse
Las plataformas han aprovechado la crisis para experimentar de manera radical con nuevos modelos de distribución y lanzamiento, a excepción de Netflix, cuya estrategia ha sido clara hasta el momento. Disney optó con Mulán por llevarla a Disney+ mediante un nuevo modelo de pay per view: el Acceso Premium, por el cual tienes acceso anticipado a una película de estreno (en este caso por por 21,99 euros) durante una ventana de meses antes de que salte al catálogo general. WarnerMedia, matriz de Warner Bros. y HBO, decidió que todo su plantel de estrenos para 2021 iba a tener un lanzamiento simultáneo tanto en cines como en streaming en todos aquellos territorios en los que existiese HBO Max, esta vez sin un coste extra para el suscriptor.
Los resultados son difíciles de analizar, ya que las plataformas son extremadamente opacas con sus datos y no han entrado a comentar sobre el éxito o no de sus propuestas, salvo en contadas ocasiones. Disney volvió a los cines de forma híbrida en julio con Viuda Negra y la película protagonizada por Scarlett Johansson consiguió en su primer fin de semana casi 215 millones de dólares, de los que 60 fueron obtenidos a través del Acceso Premium. Esta vez, la fórmula híbrida demuestra que puede ser un parche que ayude a realzar una taquilla notable por sí misma. No se puede decir lo mismo de Warner Bros.; aunque los datos de taquilla de Kong vs Godzilla fueron buenos, los de El Escuadrón Suicida demuestran todo lo contrario: consiguió en su primer fin de semana tan solo 26 millones a nivel doméstico. Lejos de alcanzar los 185 millones de dólares de su presupuesto (más toda la campaña de promoción), es muy difícil imaginar que a través de los suscriptores de HBO Max se pueda hacer viable semejante patinazo en salas.
Con las desescaladas sucedidas a la primera gran campaña de vacunación con la covid, los grandes estudios están volviendo de nuevo a los cines, una muestra más de que todavía necesitan a los mismos para hacer rentable una actividad comercial que es muy cara y que no siempre te asegura un retorno adecuado de la inversión. Más cuando apuntas con un producto de cierto presupuesto. Es precisamente por eso que, a pesar de que Amazon ahora sea el propietario de Sin tiempo para morir tras la adquisición de MGM, el movimiento más inteligente es mandar la última entrega de la saga Bond a salas. No solo porque, tras dos retrasos, MGM ha tenido que pagar dos costosas campañas de promoción internacional, sino porque cuenta con un público fidelizado que va a ir a sala y le va reportar un beneficio unitario mayor. La entonces pregunta es: ¿puede Netflix prescindir de la ventana de cine con las secuelas que está produciendo de la exitosa saga Puñales por la espalda?, ¿arreglará las rencillas con exhibidores para cuando tenga lista la segunda película? Veremos.
Entonces, ¿morirán o no morirán las salas de cine?
En el caso de España, la vuelta de títulos atrayentes como Space Jam, Kong vs Godzilla, Fast and Furious 9 o Viuda Negra no ha beneficiado solo a los estudios, también ha conseguido que el número de espectadores se haya duplicado desde el mes de mayo. Aún así, los datos son difíciles de digerir a día de hoy: la taquilla se encuentra al 50% en comparación con la media de espectadores recogida en el periodo 2015-2019. Los cines empiezan a tomar conciencia de que las plataformas streaming han venido para quedarse, pero también quieren ser asertivos y evitar quedarse a merced según los deseos de los estudios.
La cadena de cines norteamericana AMC, matriz de la española Cinesa, llegaba este mismo agosto a un acuerdo con Warner Bros. para establecer en EEUU una ventana de exclusividad de 45 días antes de que sus películas se pudiesen estrenar en cualquier modalidad digital en el año 2022. En 2020, un acuerdo similar se firmaba con Paramount, con una ventana que en aquel momento se estableció en 17 días. En España no ha habido ninguna acción similar por unos cines que no se pueden permitir dejar de acudir a sus proveedores estadounidenses, propietarias no solo de las franquicias más atrayentes, sino de la maquinaria de comunicación necesaria para seguir convirtiendo a sus títulos en campeones de taquilla semana a semana.
Por supuesto que se necesitan unos y otros, pero son siempre los cines los que tienen más que perder. Se encuentran en medio de un juego de gigantes donde siempre dependen de la voluntad de otros que rara vez suelen mirar por los intereses de sus socios que tanto dinero y renombre les reportan. Tampoco nos engañemos: la estructura de ventanas estaba mutando antes de la irrupción del covid. La pandemia solo ha ejercido de catalizador: ha acelerado de forma violenta las mutaciones y operaciones que ya se estaban produciendo en la industria como consecuencia de la entrada de nuevos players. Y esta metamorfosis radicalizada es la que puede cobrarse víctimas por impagos, falta de liquidez y una caída sectorial insostenible, que en España se estableció en un 72% en 2020.
No, el streaming no va a matar el cine, pero lo forzará a redefinirse. Es posible que el número y la naturaleza de los cines que hay en nuestras ciudades cambie de forma considerable. La sala ha perdido el derecho divino a la exclusividad, pero a la vez cuenta con un elemento diferenciador que le aporta valor: la experiencia cinematográfica inmersiva. Es legítimo preguntarse si un evento tan rompedor como el MCU podrían haberse dado sin el amplificador mediático y experiencial que aporta la exhibición cinematográfica. Con suerte, algunos directivos de majors se lo preguntarán también.