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Por qué merece la pena acercarse a ‘Riverdale’

‘Riverdale’ es un ejercicio estético permanente. (Fuente: IMDB)

Riverdale se estrenó como una serie que tenía cosas que enseñar. De la primera temporada, si algo recuerdo, son planos preciosos y escenas provocativas. Pero con el tiempo ha sido mucho más que eso. A día de hoy, si Pequeñas mentirosas tiene alguna sucesora, esa es Riverdale, cuyas dos primeras temporadas están disponibles en Netflix mientras la actual, la cuarta, está en emisión en Movistar+.

Aquellos que ya controlaran la creación de Marlene King entienden con la comparación a qué me refiero; a un desenfreno argumental que nunca sabes si en algún momento encontrará el límite.

Como las de Rosewood, en Riverdale encontramos caracteres fuertes y dominantes. Personalidades propias de alguien de más de 16 años con las ideas claras y comportamiento muy definido. Podríamos decir que es poco realista, pero lo cierto es que, si no fuera así, sería imposible que sucediera todo lo que sucede. La de CW nos cuenta la historia de Archie y sus amigos. Sí, esas que se leían en los tebeos de los años 40, pero con todo un imaginario propio y moderno que es lo que la convierte en un título adictivo.

(Fuente: IMDB)

Riverdale es el culebrón adolescente por excelencia. Sin miedo a quemar trama, está permanentemente en un malabarismo de arcos cada vez más locos que van desapareciendo y reapareciendo por sorpresa y entre una nube de purpurina. Nada ocurre porque sí, y todo tiene un lugar dentro de un puzzle complejo en el que los adolescentes se comportan como adultos y los adultos pintan bastante poco. Y todo ello en un permanente ejercicio estético. En cada episodio hay media docena de planos que podrían perfectamente encontrarse en revistas de estilo de primera línea. La apariencia lo es todo.

De hecho, el estilo forma parte de aquello que define a sus protagonistas. Si bien esto es habitual, más cuando hablamos de jóvenes, aquí, como en Pequeñas mentirosas, llega al extremo. En ningún instituto permitirían vestir así, pero eso no importa. Más allá de las tribus urbanas, cada uno de los personajes (incluyendo secundarios) tiene una firma propia. Si hay un personaje rubio de ojos claros con rasgos suaves, sus ropas serán la cosa más monjil que podamos encontrar, y de golpe nos lo pondrán comportándose de forma descarada con alguien de su género y muy malote y nos romperán todos los esquemas. Hay bastantes pocos tabúes, entendiendo que su audiencia es precisamente aquella que se encuentra descubriendo nuevos límites y que están más preparados para romper con lo preestablecido; aunque, eso sí, todo se envuelve en un entorno que roza la fantasía para ayudar a distanciar al espectador de su vida real.

Nada es lo que parece y sus personajes se comportan de una forma desinhibida en todos los aspectos. Viven aventuras extremas y nunca dudan, no tienen miedo. Se desenvuelven sin problemas, bien sea un examen final o derrocando a una mafia que extorsiona a medio pueblo. El cielo es el límite para unos chavales que compaginan crisis propias de la edad con historias imposibles.

(Fuente: IMDB)

Puede parecer que algo así no tenga sentido. Y es que no lo tiene. Es una de sus grandes virtudes. No pretende tenerlo. Es difícilmente ubicable y no hay forma de reclamarle verosimilitud. Un constante choque de trenes que acaba siempre en un accidente mayor.

Riverdale engancha. Muchísimo. Es de esos títulos que nacen sin pretensiones de enseñar lecciones morales y que, sin saber cómo, te tienen esperando ansiosamente por el siguiente episodio. Dadle una oportunidad y lanzaos a abrazar el mamarrachismo seriéfilo.

‘Riverdale’ se emite en Movistar+ y sus dos primeras temporadas están disponibles en Netflix.

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