Salvar el mundo y ser padre/madre a la vez va fatal para el estrés y la conciliación. Pero, ¿alguien piensa en los niños? ¿Cómo es ser el hijo de un superhéroe? Los bebés rollizos no se estilan mucho en las series de gente en pijama y con poderes. Sin embargo, en los últimos años se han ido sumando al género algunos títulos en los que gente con capa (o sin ella) tiene criaturas de mayor o menor tamaño. Algo que ha servido para ahondar en qué supone eso para ambos. En el caso de los críos, la conclusión parece clara: la mayor parte del tiempo es una faena.
La altura del listón, las ausencias, las prioridades, las expectativas generadas, las odiosas comparaciones… Todo eso que a un niño o adolescente le pesa como una losa de cientos de kilos, se puede convertir en una de toneladas para aquel al que comparan con, por ejemplo, Superman. ¿Quién hay mejor que Superman? Con eso está lidiando en esta primera temporada uno de los hijos de Lois y Clark en su serie. Superman y Lois explora todo el tema de la paternidad y la conciliación, pero también se ha metido de lleno en qué supone para un par de adolescentes saber que su padre no es solo Clark Kent.
Luego, cada uno tiene su parte. Uno, Jordan, porque tiene poderes y, aunque sea sin querer, quienes lo saben proyectan en él la esperanza de que se convierta en un nuevo Superman. Incluso él mismo se compara y anhela ser como él por mucho que se diga a sí mismo y al resto que no son iguales. El otro, Jonathan, porque no los tiene. Y ser hijo del Hombre de Acero y al mismo tiempo un simple mortal puede resultar frustrante.
Eso sí, al menos ellos tienen por padre al bueno de la historia. Vale que a lo mejor hay veces que se deja llevar por el entusiasmo de tener un ‘miniyo’ y se pasa con las lecciones. Eso va con el carnet de padre. Lo dan junto con el Libro de familia. Aún así, a Jordan habría que decirle que podría ser peor. Le podría haber tocado Homelander (The Boys). Clark tiene paciencia, buenos modales y ganas de transmitir conocimientos. Homelander, sin embargo, para probar si Ryan vuela le tira desde un tejado. Él es más de la metodología de ‘la letra, con sangre entra’.
De padres psicópatas, hijos traumados
De esa escuela son un poco también los protagonistas de Jupiter’s Legacy e Invincible. Utopian y Lady Liberty adquirieron sus poderes en un viaje a una isla inquietante y a sus hijos le fueron dados de nacimiento. Crecer a la sombra de dos grandes nombres como esos supone una presión que ninguno de sus hijos lleva bien. Que Utopian sea un tirano tampoco ayuda. Eso y sus exigencias con todo ese rollo del legado, la responsabilidad y la honorabilidad empujan a Chloe a las drogas, el alcohol y los desfases. A ella le da por la rebeldía y la adicción insana. A su hermano, Brandon, por el esforzarse en exceso para cumplir las expectativas de su padre, para el que nunca está a la altura. Ambos están hechos polvo.
Algo parecido le pasa a Mark en Invincible. Aunque él está un poco en su mundo adolescente y no sabe hasta muy al final de la serie que el todopoderoso Omni-Man tiene una agenda oscura, oculta y supremacista. Es una especie de Homelander, pero se descubre más tarde. Disimula años y hasta le da clases intensivas de cómo ser un superhéroe. Mientras lo hace, le presiona con eso de estar a la altura de su raza.
Nada que ver con Jefferson Pierce en Black Lightning, porque él se retiró para cumplir una promesa y velar por su familia. Pero luego viene lo de que sus dos hijas tengan poderes y lo de la familia que lucha unida permanece unida. Sus métodos se parecen más a los de Clark que a los del resto de series mencionadas. Las chicas tienen sus traumas con el tema de la energía y tal, pero no es culpa de su padre.
A lo mejor son un desastre, pero con amor
En el caso de Nora Allen West lo que le ocurrió es que creció rodeada de leyendas sobre Flash. La muerte de Barry la dejó huérfana y cuando viaja al pasado y lo conoce se le va un poco de las manos el ‘rollo fan‘. Tanto que deja a un lado a su madre (tenían sus más y sus menos) y el tema empieza un poco tenso. Luego se van reconciliando y asentándose las cosas para convertirlo en una relación más sana. Al fin y al cabo, The Flash en una serie donde impera el buen rollo (aunque les pueda el drama últimamente) y Barry es el Paladín del Amor. Y sí, lo acaba conociendo y haciendo todas esas cosas que ansiaba de niña, pero no hay que olvidar que su padre murió por ser un superhéroe. Eso marca. A ella, desde luego, tanto como para viajar al pasado.
¿Y qué va a pasar con Tommy y Billy? Porque esa es una de las grandes incógnitas que dejó el final de Bruja Escarlata y Visión. Los niños, monísimos ellos y que no vinieron al mundo como cualquier hijo de vecino, están en a saber dónde. Eso por no hablar de que quemaron etapas a lo loco. Lo hicieron ellos, con sus poderes, eso sí. Pero crecieron en un ambiente un poco tóxico, con una madre secuestrando un pueblo entero y un padre que era un resucitado de aquella manera. Ahora que Marvel está apostando por ahondar en los traumas y darles tratamiento psicológicos a sus personajes, ya puede sacar un bono de sesiones dobles para estos críos. Eso sí, como con Nora, no se puede negar que les faltaba cariño.
Aunque no todo son chavales traumados o hundidos por el peso de las expectativas y la presión de ser ‘hijos de’. Stargirl no lo lleva mal del todo y, además, se agencia como sidekick a Luke Wilson, que hace de su padrastro. Ella lleva la voz cantante en el equipo y la vara. Y le sienta bastante mejor que a muchos de sus compañeros en este artículo. Y para acabar con una nota de color entre tanto trauma y drama por tener un padre y/o una madre con poderes salvando el mundo, la prole de Los Thundermans se lo pasa pipa. El más perjudicado es Max, que está empeñado en ser un villano y su familia solo ve en sus aspiraciones malévolas una ‘fase’. Claro, que esta es una comedia, una serie para niños, y no era plan de pasarse con las secuelas psicológicas.