Dos temporadas después, sigue sin haber ni rastro de David Fincher en Love, Death & Robots. La excelencia del cineasta, que produce la antología animada de Netflix junto a Tim Miller, permanece ausente en esta nueva entrega, estrenada hace unas semanas. Para la segunda vuelta, además, se descalifica por incomparecencia la robustez de los guiones de sus películas (que casi nunca escribe él): en su mayoría, los cortometrajes-capítulo que componen la segunda hornada de la serie son, si cabe, más pazguatos en lo narrativo que sus predecesores. De nuevo, formas envidiables ornamentan fondos insípidos. En Fuera de Series los clasificamos de peor(es) a mejor.
8. ‘Cobijo’ (2×7)
Lo malo de Love, Death & Robots —que es mucho, aunque su frescura y algunas otras virtudes lo compensen— cristaliza en este episodio, sin duda el peor de la temporada. Leyendo los patrones, empieza a parecer una norma que la vacuidad se le concentre a la serie en episodios como Cobijo, remedo de los terrores de encierro de John Carpenter y otros de su quinta imbuido en la historia de supervivencia de un astronauta naufragado en un planeta yermo. Lo bien capturado que queda el actor Michael B. Jordan en un hiperrealista 3D que impera en la temporada no redime el aburrimiento supino que atraviesa el episodio.
7. ‘Nieve en el desierto’ (2×4)
Ni en la primera temporada ni en este segundo envite le sienta bien a Love, Death & Robots el metraje estirado. 18 minutos interminables agostan las virtudes estéticas de Nieve en el desierto, una metamorfosis de la ambientación de Mad Max —desiertos insondables, guerras por el agua, gafas estrafalarias…— en relato anticientífico, tan propio de tiempos como los actuales. La violencia es el sino de los diferentes, dice la serie, y la tecnología el peor catalizador de la bajeza humana, apostilla el fantasma de Black Mirror que habita en las profundidades de casi todos los cortometrajes.
6. ‘Respuesta evolutiva’ (2×3)
Otro de los cortes más dilatados de la temporada, Respuesta evolutiva, sufre de exactamente el mismo síndrome. Cada secuencia le empiedra un poco más el camino a una pieza de alto concepto resuelta entre los estilemas del noir y las preocupaciones demográficas de los neomalthusianos: cuanta más población, a menos tocamos. Si se salva del último puesto de la tabla es por su interesante recurso desesperado a la religión como solución final a su problemática sci-fi, una reverencia ante las limitaciones de la mente humana poco habitual en fabulaciones de esta laya.
5. ‘Servicio al cliente automatizado’ (2×1)
Cuánto apena que no haya más hueco en las temporadas de la antología para la comedia. Comedia como la de Tres robots o Yogur al poder, cortometrajes de la entrega anterior facturados por los españoles de Blow Studio, o como la de Servicio al cliente automatizado, que retiene parcialmente su espíritu. Una premisa mil veces vista —sacada de un relato de John Scalzi— que se reformula desde una estética grotesca, desconcertante y muy atractiva: ¿y si tu aspirador decidiese matarte?
4. ‘Hielo’ (2×2)
Se ha convertido en costumbre también que haya en cada temporada de la serie un cortometraje suficiente, pasable, pero de atmósfera inexplicablemente sugerente. Si en la entrega anterior fue Noche de criaturas marinas, entre los nuevos episodios de la antología despunta sin motivo aparente este otro episodio, orquestado sobre las ansias de un joven inmigrante de integrarse en un grupo de humanos mejorados que parte en busca de extraordinarias ballenas del hielo. Podría deberse a que lo factura Passion Animation Studios y lo dirige Robert Valley, como ocurría con Zima Blue, el que Fuera de Series eligiera como mejor episodio de la primera temporada.
3. ‘Por toda la casa’ (2×6)
Parte con ventaja, por ser el más corto de todos los episodios estrenados en la segunda vuelta, este siniestro cuento de Navidad construido con técnica stop-motion. El limitado alcance de su premisa, un Papá Noel cuya apariencia subvierte expectativas, permite brillar más y mejor al estudio, la compañía británica Blink —responsable del videoclip del tema de Coldplay Life in Technicolor II—, y a la serie, indecisa todavía en cuanto a su papel dentro de la plataforma: vivero de artistas sesudos o repositorio de excelsos ejercicios de orfebrería.
2. ‘La hierba alta’ (2×5)
Pese al título, la serie de Netflix no siempre cunde más cuando se dan simultáneamente sus tres condiciones autoimpuestas —amor, muerte y robots—. Esta adaptación de un relato de Stephen King y su hijo, Joe Hill, cae más del lado del fantaterror y la pesadilla con sello Ibáñez Serrador que de la ciencia ficción que, en ocasiones, parece servir como propósito último de la existencia de la antología. En este caso, unos interminables maizales atrapan a viajantes despistados entre unas temibles fauces. El aspecto gastado de su animación es de lo mejor que han dejado Miller y Fincher en esta ocasión.
1. ‘El gigante ahogado’ (2×8)
El propio Tim Miller dirige el cortometraje que, en opinión de Fuera de Series, se erige como el mejor de la cosecha reciente de Love, Death & Robots. El cineasta, que ya había realizado una de las piezas más interesantes de la temporada anterior, La edad de hielo, pone en imágenes una historia de J. G. Ballard con centro de rotación en un titán varado en una fría costa de las islas británicas. Tanto arrastra la corriente al gigante como a la propia antología, de cuyas coordenadas han desaparecido las pretensiones humanísticas en favor de una artesanía igualmente insuficiente. El gigante ahogado pone la única guinda trascendente de una temporada prácticamente desprovista de intelectualidad.
‘Love, Death & Robots’ está disponible en Netflix.