Aunque la serie The Walking Dead concluirá con su temporada 11, cuyo lanzamiento está previsto para el año que viene, ya sabemos que dos de sus protagonistas, Norman Reedus (Daryl) y Melissa McBride (Carol), tendrán su propio spin-off que se estrenará en 2023. Aparentemente, en la cadena AMC han considerado que nuestra vida no será completa sin ver las andanzas individuales de estos dos, a pesar de que ya no tengan nada que contar. Y la mayor prueba de esto han sido los episodios de la décima temporada: respecto a estos dos, se han dedicado a crear drama dónde no había ninguno y a intentar exprimir aún más a unos personajes que ya han dado todo lo que podían dar.
¿Quién iba a decir que el Apocalipsis iba a ser aburrido?
El apocalipsis se está haciendo aburrido y no solo por las tareas repetitivas a las que se ven obligados a realizar tanto Daryl como Carol. El único que aporta aquí algo de emoción al asunto es Perro, que al menos es adorable. Por mucho carisma que tengan Reedus y McBride, que lo tienen a espuertas (no nos engañemos, es lo único que mantiene la serie a flote); poco pueden hacer ante el hecho de que ya nos lo han contado todo: sus personajes han reído, han llorado, han sufrido, han crecido juntos, se han frustrado, se han peleado y se han reconciliado tantas veces que no tiene sentido que ahora Daryl eche en cara según que cosas, o que Carol se sienta insegura (¡insegura! ¡Carol!) sobre la amistad de Dixon.
Si algo nos tienta de este proyecto es precisamente que la idea principal es subir a ambos a la moto y lanzarlos camino a Nuevo México. Porque lo que ha demostrado el episodio dedicado a ambos es que The Walking Dead gana enteros cuando se convierte en una road trip apocalíptica con los personajes continuamente viajando. Aunque los asentamientos sea la localización natural de las tramas, lo cierto es que no saben gestionarlo bien y todo se estanca. Alejandría, Hilltop y el Reino fueron un soplo de aire fresco mientras supusieron un contraste entre los que llegaban de partirse el cuello en la carretera para sobrevivir y los que vivían acomodados. En el momento en el que los protagonistas se hacían a la vida con colchones y sofás, otra vez empezaban las tramas para hacerse con el poder y el control de las comunidades –y por tanto con sus recursos- y, digámoslo claro, escribir “juegos de tronos” no es el punto fuerte de los guionistas de The Walking Dead.
¿Esto no era ya un spin-off de Carol y Daryl?
La ausencia de personajes principales como Rick, Michonne o Maggie –y no me hagáis hablar de Carl- forzó a saltar a primer plano a un Daryl que como secundario funcionaba a la perfección, pero que ya no tenía suficiente espacio para crecer como protagonista. Y eso, sumado a que está claro que no saben cómo encajar su perfil en lo que los showrunners entienden como héroe de acción o con el resto de los personajes, les ha empujado también a recuperar en primera fila a una Carol que ya había cumplido su arco argumental con creces.
Conclusión: los espectadores ya llevamos una temporada larga con estos dos de protagonistas absolutos –con la aportación estelar de Negan, claro, que no calla ni debajo del agua-, porque ninguno de los otros personajes tiene la presencia suficiente como para tomar el lugar de los que se han ido. Los actores hacen lo que pueden con lo que les dan; ver a un caminante o a un loco asesino se han convertido en las escasas alegrías que nos han dado. Estos capítulos extras –a excepción del de Princesa, que al menos es un personaje nuevo y llamativo y la vuelta de Maggie que siempre será la luz de mi existencia- han estirado tanto el chicle que no se han dado cuenta de que si bien esto es el apocalipsis, lo que hemos encontrado es un supermercado abandonado que ya está seco y se va a caer a pedazos.